Es
la primera vez que salgo sola de España, durante el vuelo de ida, un
mar de dudas asaltan mis pensamientos, mientras tanto, una mezcla de
inseguridad e inquietud revolotea por mi estómago.
Nunca me había imaginado que por cuestiones de trabajo tendría que ir a Venecia, pero pensaba aprovecharlo. Mi marido ya había estado y parecía que no tenía la intención de repetir.
Nunca me había imaginado que por cuestiones de trabajo tendría que ir a Venecia, pero pensaba aprovecharlo. Mi marido ya había estado y parecía que no tenía la intención de repetir.
Estoy excitada ante el nuevo reto que se
abre ante ti, un nuevo camino que voy a recorrer sola, un camino por el
que hace muy poco, nunca hubiera pensado que pasaría.
Toda mi vida he tenido la ilusión de ir a
Venecia, esa ciudad maravillosa y romántica de las películas, pero que a
la vez te resulta sensual y misteriosa, diferente al resto.
Venecia era fantástica, pero aún más si
cabe en época de carnaval, cuando la belleza de sus canales se mezcla
con la elegancia y sensualidad de los disfraces y mascaras que pueblan
la ciudad. La elección de la fecha fue casual, el viaje resultaba mas
caro pero no podía dejar pasar la oportunidad de viajar a Venecia en
Carnaval…
A la llegada a la ciudad se puede palpar
la presencia del carnaval en las calles, en el ambiente, en la ciudad
que se ha engalanado para el momento.
Como esperaba la ciudad no me defrauda,
parece mentira que esas pareces se hayan mantenido firmes durante el
paso de los siglos, canales que serpentean sin rumbo fijo y por los
cuales las pequeñas embarcaciones navegan pausadamente. La ciudad parece
estar suspendida sobre el agua, como si en cualquier momento fuera a
hundirse, siglos de historia flotando sobre el mar, mezclándose con las
olas a la vez que mantienen una frágil armonía.
No pude evitar la tentación de subir por
vez primera a una góndola, había llegado al Hotel y lo primero que hice
fue darme una ducha caliente, casi con el pelo húmedo salí a pasear, mi
primera visita es el embarcadero… hace años que había soñado con un
paseo en góndola por Venecia, mi idea del paseo no era precisamente
esa, en mi sueño aparecía acompañada por la persona que amaba, pero ese
pequeño detalle no iba a evitar que subiera a una góndola ese atardecer.
Son muchos los turistas que hacen cola
en el embarcadero… Ingleses, franceses, alemanes y por supuesto
españoles… Se conocen de lejos porque son los que más gritan al hablar.
No tarde mucho, ya que la cosa iba
rápida, uno a uno los turistas iban entrando, hasta que llegó mi turno…
Al principio no me fijé en el barquero, lo imaginas uno mas, un chico
con gorrito y camiseta a rallas azules, estaba demasiado maravillada con
la ciudad, como para fijarte en alguien, pero hay una cosa que me
sorprendió, en un momento dado, el barquero me hablaba en correcto
castellano, eso me hizo salir de mi letargo y comencé a centrarme en el
chico, que iba vestido como todos los gondoleros en Venecia, la típica
camisita ajustada y el típico gorrito, pero pronto ví que no era uno
mas, este era un chico moreno con ojos verdes, unos brazos fuertes y marcados y
un cuerpo esculpido a base de tirar de remo durante años.
El paseo incluía varias visitas, y paso a
paso el enigmático gondolero, iba explicando cada uno de los rincones de
la preciosa ciudad.
Me sorprendió que me hablara en
castellano y no pude evitar la tentación de preguntarle el motivo, el me
dijo que durante cuatro años estuvo viviendo en Salamanca, que estudió
historia del arte y que esa era su pasión. También me dijo que guardaba
muy buen recuerdo de España y de las españolas… esto último me hizo
sonrojar y no pude hacer otra cosa que darme la vuelta para que no me
viera.
Comenzó explicándome la situación de la
ciudad y los motivos por los cuales se inunda cada año, me explico
también que Venecia se encuentra en una laguna que antaño servía da
refugio. La primera visita del trayecto era la obligada la Plaza de San
Marcos, una preciosa plaza con tres banderas gigantescas al fondo,
dichas banderas representaban los tres reinos a los que había
pertenecido la ciudad, también me contó la historia de las dos columnas
situadas al otro extremo de la plaza, bajo ellas era el único sitio en
el que se había podido jugar al juego de los dados, eso había sido un
premio al ingeniero que había podido ponerlas de pie.
Acto seguido visitamos el puente de
Rialto y junto a la Iglesia de Bartalolome, había una cabeza de oro en
la fachada, me llamo la atención que Andreas (que así me había dicho que se
llamaba) me contó la historia de aquella cabeza, me dijo que era el
símbolo de que en aquel lugar había una farmacia, pero no una farmacia
cualquiera, sino una farmacia con el privilegio de elaborar la
Theriarca, tres veces al año. Me contó también que era la Theriarca, una
planta con fines curativos muy popular hace siglos en Venecia.
Con cada palabra, con cada explicación,
con cada frase, mi fascinación hacia Andreas aumentaba, se notaba que la
historia y el arte le apasionaba y era capaz de trasmitir esa pasión en
sus palabras, en sus gestos, en su mirada… Y a mi me encanta cuando viajo sumergirme en la historia y cultura de allí a donde voy.
No se en que momento, cambió mi
fascinación por Venecia por la de Andreas, pero sin quererlo comencé a
sentir un oscuro deseo por aquel chico que acababa de conocer… Esto no me sucedía nunca, pero imagino que al encontrarme lejos de casa me solté.
Seguimos navegando mientras calles y explicaciones se sucedían, campo de San Giacomo, Santa María Formosa, Puente de las Tetas…
Sonrió picadamente al llegar a aquel
puente, me contó que en aquel lugar se colocaban las prostitutas con los
pechos al aire, esperando a los clientes, me contó que en aquella época
y al ser Venecia una ciudad portuaria, había en la ciudad casi 10000
prostitutas y que suponían una séptima parte de la población.
No pude evitar comenzar a fantasear… mi
mente voló al pasado y desee ser una prostituta, una vulgar puta que
esperaba en aquel puente a que Andreas me recogiera en su pequeña
góndola y me follara hasta quedar rendidos… Como si supiera lo que
estaba pensando Andreas sonrió y yo volví a ruborizarme, mi corazón
latía apresuradamente y todo mi cuerpo había comenzado a reaccionar al
deseo que aquel hombre producía en mí.
En aquel momento tuve una interrupción inesperada. Mi móvil había sonaron con el característico sonido que emite cuando mi marido me envía un mensaje. Era un whatsapp y me preguntaba que tal iba por Venecia. No quería interrumpir mi placer momentáneo y lo único que hice con toda mi picardía fue hacerme una selfie de un puente que atravesábamos y donde se podía ver al gondolero detrás remando. Le añadí un corazón y un guiño con toda mi picardía. Guardé el móvil y lo puse en silencio porque no quería más interrupciones.
En aquel momento tuve una interrupción inesperada. Mi móvil había sonaron con el característico sonido que emite cuando mi marido me envía un mensaje. Era un whatsapp y me preguntaba que tal iba por Venecia. No quería interrumpir mi placer momentáneo y lo único que hice con toda mi picardía fue hacerme una selfie de un puente que atravesábamos y donde se podía ver al gondolero detrás remando. Le añadí un corazón y un guiño con toda mi picardía. Guardé el móvil y lo puse en silencio porque no quería más interrupciones.
Por desgracia el viaje terminó y era el
momento de abandonar mi maravilloso sueño subida en una góndola. Cual
fue mi sorpresa cuando al ir a pagar, Andreas no quiso aceptar… me
despidió con un enigmático, ya habrá tiempo para esto...
Seguí sin mirar atrás, durante unos
metros no me atreví a mirar, caminando con el corazón en un puño,
preguntándome que habría querido decir con esas palabras, antes de
torcer la calle no pude evitarlo y miré, seguía allí, sobre su góndola y
con una sonrisa encantadora, tras unos instantes torcí la calle y
desapareció de mi vista. Mi corazón iba a mil.
Aquella tarde comí algo y volví al hotel
con la intención de salir por la noche, me dí una ducha con agua caliente
y mientras permanecía delante del espejo desnuda, observé mi reflejo
sobre él…Tengo 40 y pico años, hacía tiempo que había dejado de ser una niña,
pero a pesar de todo creo que mantengo un cuerpo sexy, no peso 50 kilos y hay alguna marca que no existía de joven, pero tengo unas curvas bien
definidas, con caderas que a más de uno habían hecho volverse a mí paso. Unos buenos pechos que me encanta descubrir y un trasero que hace que más de uno tenga que mirar. Soy morena natural y mis ojos son verdes en muchas ocasiones.
Desnuda frente el espejo me preguntaba
si sería capaz de conquistar a alguien mucho más joven, me preguntaba si
sería capaz de seducir al gondolero…Me sentía como Nicole Kidman en Eyes Wide Shut cuando está contemplándose en el espejo desnuda al principio de la película, y después de que un hombre hubiera tratado de seducirla. Así misma me encontraba yo.
Después de permanecer un rato observando
mi desnudez en el reflejo de aquel espejo, me recosté un poco en la
cama, mi corazón todavía latía con fuerza al recordar aquel viaje en
góndola… recostada sobre la cama y semidesnuda comencé a fantasear… en
mis fantasías, que era una prostituta en el siglo XVII, en lo alto de aquel
puente, mis manos comenzaban a recorrer mi cuerpo terso y erizado por
el efecto del agua, que había resbalado anteriormente sobre el,
acariciaba mis pechos, mientras en mi mente era Andreas el que me
acariciaba, hundía mis dedos en lo mas profundo de mi coñito, mientras
imaginaba que era él quien me hacia suya, imaginaba que su cuerpo se
unía al mío entrando en mi de forma acompasada, imaginaba mis manos
aferrándose a su cuerpo musculado y fuerte, sintiendo como con cada
embestida me llenaba con su pasión, y tras unos instantes un profundo
orgasmo me sacudió como un profundo latigazo de placer que recorrió mi
entrañas y tras unos segundos de locura quedé dormida profundamente.
Desperté a la mañana siguiente
sobresaltada, mi intención había sido salir a cenar por ahí, pero había
quedado rendida en la cama, me fastidió haber perdido unas horas
durmiendo en vez de disfrutar la ciudad, pero por otro lado ahora me
sentía descansada y con ganas de más.
Por la mañana la conferencia del congreso duró solamente dos horas así que me dejó tiempo para hacer unas compras, era carnaval y a mi me encantan las mascaras, así que compre varias que me gustaron en uno de los puestos. El resto de la mañana y la tarde los pasé callejeando, me encanta perderme por las calles estrechas sin rumbo fijo, de vez en cuando llegaba a algún puente por el que ya había pasado en mi día anterior en góndola, no podía dejar de recordar a Andreas y su mirada apasionada.
Por la mañana la conferencia del congreso duró solamente dos horas así que me dejó tiempo para hacer unas compras, era carnaval y a mi me encantan las mascaras, así que compre varias que me gustaron en uno de los puestos. El resto de la mañana y la tarde los pasé callejeando, me encanta perderme por las calles estrechas sin rumbo fijo, de vez en cuando llegaba a algún puente por el que ya había pasado en mi día anterior en góndola, no podía dejar de recordar a Andreas y su mirada apasionada.
Al caer la tarde, volví al hotel, esa
noche si que iba a salir y tras una ducha, me arreglé y me puse el
vestido gris, ese vestido de falda corta ajustado que dejaba al
descubierto la totalidad de la espalda y que no dejaba para la
imaginación ninguna de las curvas de mi cuerpo.
Cené en una pizzeria sola y me vino a
la cabeza Andreas y su última frase…” ya habrá tiempo para eso” ¿que
habría querido decir? Hablaba como si fuera a verme otra vez, pero eso
era imposible, no me conocía de nada y ni siquiera sabía donde estaba
alojada, en Venecia hay cientos de hoteles y yo no le había dado mi
nombre, al final llegue a la conclusión de que le habría entendido mal,
seguramente fruto de atontamiento por su presencia.
Al finalizar la cena salí a pasear por
una de las calles más concurridas, no recuerdo su nombre pero turistas y
máscaras se mezclaban en una amalgama de colores y rostros
inexpresivos. El carnaval de Venecia es diferente a todos, los disfraces
son de época y muy elegantes muchos de ellos son autenticas obras de
arte que consiguen retrotraerte al pasado.
Me encontraba mirando un puesto cuando
una mano fuerte y segura me sujeto y me arrastro hasta un callejón
adyacente, casi de forma inmediata me dí la vuelta e intenté mirarle la
cara, pero lo que me encontré era una mascara, una mascara blanca con
mirada inexpresiva y fría. Mi corazón comenzó a latir de forma
desbocada, como si hubiera terminado en ese instante de correr la
maratón, mi primera intención fue gritar, pero me quedé callada y deje
que aquel misterioso enmascarado me arrastrara a la oscuridad de aquel
callejón.
A los pocos segundos parecíamos haber,
recorrido una gran distancia ya que el ruido y la luz habían dejado paso
al silencio y la oscuridad, una oscuridad solo rota por el reflejo de
una pequeña farola de luz tenue.
Comencé a respirar con dificultad cuando
me introdujo en un pequeño portal, en el que la luz casi era
inexistente, mi cuerpo quedo pegado contra el portalón de madera
mientras el me sujetaba por la espalda sin dejarme dar la vuelta.
Sentía el calor de su cuerpo en mi espalda, su respiración sobre mis
hombros y sus manos que comenzaban a explorar cada rincón de mi cuerpo.
Mi respiración seguía acelerada pero ya
no por el miedo, sus manos fuertes acariciaban mis muslos y subían hasta
las ingles, en pocos segundos mis flujos habían empapado mi tanguita,
¿Qué me estaba pasando? Un desconocido estaba apunto de follarme en
plena calle y yo estaba excitada como si de una vulgar prostituta se
tratara.
Gemí sobresaltada cuando de un fuerte
tirón arrancó el hilo fino del tanga e instantes después lo noté
resbalar por los muslos hasta quedar en el suelo. Noté sus dedos en mi
sexo y no pude evitar lanzar un gemido ahogado al sentir el contacto en
mi clítoris, casi sentía vergüenza de estar tan mojada, quería que me
follara ahí mismo, necesitaba sentir su polla dentro de mi, quería que
me follara salvajemente en ese portal, necesitaba sentir el roce, la
presión, el placer de su sexo dentro de mi.
Pero por lo visto esa no era su
intención… cuando sus hábiles manos estaban apunto de arrastrarme a mi
primer orgasmo, volvió a sujetarme y comenzó a guiarme hacia la
oscuridad de otra calle adyacente, dejando atrás los restos de mi
tanguita de encaje allí en el suelo.
Durante un minuto escaso anduvimos por
callejuelas estrechas y poco iluminadas, hasta que llegamos a un pequeño
embarcadero, allí había varias góndolas y mi misterioso acompañante
subió en una de ellas, acercándome su mano para que pudiera subir con
seguridad. En ese momento el se quitó la máscara, ¡Era Andreas! No se
porque ya lo había imaginado, pero a pesar de todo siempre me quedaba la
duda.
“Te dije que ya me lo cobraría” fueron
sus palabras mientras yo no podía dejar de respirar con dificultad
mientras lo observaba. Soltó amarras y comenzó a remar como lo había
hecho el día anterior, no podía dejar de observar su cuerpo mientras
esperaba con la ansiedad de un yonqui que busca su dosis a que me
hiciera suya.
Nos adentramos en el lago, allí no había
nadie, tan solo el leve mormullo de la ciudad al fondo y el ruido
continuo de las pequeñas olas contra el casco. Ya se había quitado la
mascara y podía vislumbrarse su rostro gracias a las luces de la ciudad
iluminada. Estaba sentada y se acercó a mi, nuestras miradas quedaron
fijas el uno en el otro y en ese momento me recosté sobre el asiento,
quería insinuarle y que se acercara, quería sentir su cuerpo, sus manos,
sus besos y caricias, abrí las piernas al estilo Sharon Stone en
instinto básico y me recosté sobre mi asiento, él lo entendió sin ni
siquiera decir una palabra, se arrodillo y hundió su rostro en mi sexo,
gemí como nunca lo había hecho al sentir como su lengua rozaba por vez
primera mi húmedo coñito, su lengua jugaba con mi hinchado clítoris a la
vez que me sujetaba por los muslos. Nunca en mi vida había sentido una
sensación tan excitante, pareció conocer mis deseos cuando, dos de sus
dedos entraron el mi vagina sin dificultad, fue maravilloso sentir su
lengua y sus dedos al mismo tiempo dándome placer, tanto es así que a
los pocos instantes me alcanzó el primer orgasmo, mis manos se aferraron
fuertemente a su cabeza a la vez que todo mi cuerpo convulsionaba con
pequeños latigazos de placer, gemí, grité, a la vez que mis caderas
tiritaban descompasadamente. Tras unos segundos de locura, otra vez
volvió el silencio.
Andreas se incorporó y me sonrió, yo lo
miré y sonreí también, estaba un poco abochornada por la situación,
cerré los ojos y le deje hacer… volví a sentir su lengua en mi sexo y de
nuevo mi cuerpo comenzó a reaccionar, aun no me había recuperado del
primero, aun no había recobrado el pulso, cuando por segunda vez
comenzaba a comerme como nunca nadie lo había conseguido antes.
No podía dejar de presionar su cabeza
contra mi ingle, necesitaba sentirlo, sentir la presión maravillosa que
ejercían sus labios en mi calido sexo, necesitaba sentir su húmeda
lengua recorriendo cada rincón de mi coñito chorreante.
Otra vez estaba apunto, lo sujetaba con
fuerza, presionando su cara hasta lo mas profundo de mi. Pero esta vez
paró, se detuvo cuando mi cuerpo estaba apunto de explotar… comenzó a
quitarse la ropa mirándome a los ojos, yo lo observaba como un niño
pequeño quiere un juguete al otro lado del escaparate. Se quedó completamente
desnudo, su pene erguido asomaba majestuoso, lo sujete con mis manos
sintiendo como las venas se marcaban en sus paredes, podía sentir en mis
manos toda la fuerza y la pasión de aquel hombre al que deseaba mas que
a nada en este mundo en ese momento.
Disfrutaba viéndome, disfrutaba porque
sabía que era suya sin reservas, en esos momentos podía hacer lo que
quisiera conmigo porque sabía que estaba rendida a el.
Me retiró la parte de arriba del vestido
soltando el sujetador y dejando libres mis pechos, por aquel entonces
hace mucho que estaban hinchados, tersos, con los pezones como piedras.
Los agarró con sus fuertes manos,
masajeándolos dulcemente mientras con los dedos pellizcaba los pezones,
por enésima vez volvía a gemir… el me hizo incorporarme para sentarse el,
acto seguido yo me senté sobre el, sujete su pene y comencé a frotarme
con el, aquel miembro duro y caliente rozaba mi coñito mientras volví a
tocar el cielo.
No podía mas, lo sujete con una mano y
lo coloque a la entrada de mi sexo, cabalgue sobre el y de una rápida
sacudida se coló en mi interior como el cuchillo en la mantequilla,
sentía su calor, su presión rozando las paredes de mi vagina, cada vez
que lo cabalgaba cada vez que entraba en mi, era un paso mas para el no
retorno.
No podía mas, cuando los espasmos se
apoderaron de mi, mi cuerpo cabalgo sobre el con torpes movimientos
intentando aplacar el deseo que me devoraba.
Mi orgasmo desbocado, hizo que Andrea
perdiera el control y comenzara a gritar, pequeños gritos acompañados
con el agarrotamiento de toda su musculatura, sus manos se aferraron a
mi culo mientras sentí el calido esperma entrando en mi interior y
resbalando poco después por mis muslos.
Tras unos segundos, la calma llegó a
aquella pequeña góndola en mitad de aquel maravilloso lugar, quedamos
durante mucho tiempo uno dentro del otro, ensamblados, intentando
mantener en la retina aquel instante que nunca olvidaría uniendo nuestros labios.
Cuando llegué al hotel le envié un mensaje a mi marido "Hay mucha humedad en Venecia".
Muy excitante y revelador.
ResponderEliminarCarmen
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ResponderEliminarMi marido es impensable que aceptara algo asi. Me llama cada hora a ver que pasa. Más celoso que el imposible. Me ha gustado el relato.
ResponderEliminarMaria.