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Un Concierto de Rock muy húmedo (R4)

Hacía tiempo que no salíamos con mi marido. Entre los trabajos, la agenda, las actividades, los hijos, etc, había hecho que la agenda se llenara de tareas que habían impedido salir como pareja.

Esa noche había un concierto de rock de un grupo muy bueno y conocido, y pensé que seria una buena ocasión para sacar mis mejores prendas de rock y volver a sentir la energía de la juventud. Siempre se fustraban los planes a última hora, y esperaba que esa noche no ocurriera.

Mi marido trabajaba hasta la medianoche, pero habíamos quedado en la puerta de la sala de conciertos, ya que quedaba a medio camino entre casa y su trabajo.

Esa tarde y noche invertí un tiempo en mi misma. Había ido a la peluquería, y me dispuse a hacer una buena siesta para estar fresca y radiante por la noche.

Después de cenar me di un baño, y me dispuse a vestirme de la manera más sexy que podría aportar.

Aquella noche estaba dispuesta a conseguir que más de uno se girara al verme. Lo necesitaba. Necesitaba sentirme viva y deseada nuevamente.

Así que salí de casa enfundada en mis pantalones negros ajustados, mi blusa escotada, y mis zapatos negros de tacón dispuesta a todo. No me puse sujetador porque tenia ganas de sentir mis pechos libres. Y saqué unas bragas recién recibidas como regalo de mi marido. Pensé que le gustaría saber que las llevaba.

Cuando llegué a la calle del local a medianoche puntual, revisé el móvil, y pude leer el mensaje de mi marido donde me avisaba que llegaría un poco mas tarde, que nos encontraríamos dentro. En otro momento le hubiera esperado pero no tenia ganes de perderme aquel concierto.

El local normalmente es un lugar frecuentado para gente de nuestra edad, entre los 40 y 50,  pero esa noche al entrar pude observar que habían grupos mas jóvenes de lo habitual.

El concierto empezó y decidí quedarme por la parte trasera de la sala, más cerca de la entrada esperando que cuando llegara mi marido me encontrara fácilmente. Las primeras canciones fueron sonando y poco a poco me fui introduciendo en su ritmo. Los dos cantantes nos pedían a los espectadores de vez en cuando que entráramos en las canciones levantando las manos, o gritando alguna parte de las mismas. Poco a poco me fui metiendo en la atmósfera del concierto.


Tan entusiasmada por la música que me hacía vibrar, y no me había percatado, pero me di cuenta que estaba rodeada por un grupo de hombres bastante mas jóvenes, que deberían rondar los 30. Vestían con bastante clase y me sentí bien admirada cuando el más cercano a mi, me dedicó una sonrisa muy atractiva, mientras me repasaba de arriba abajo.


Me sentí bien, pero también un poco avergonzada, y estuve tentada de salir de ahí, pero me relajé y pensé: -, relájate y disfruta. ¿No me dice mi marido que no es celoso?

El siguiente tema fue subiendo de ritmo, y la gente íbamos juntándonos más y más. No me percaté del momento exacto, pero de repente fui sensible y sentí alguien detrás de mi. Me gire levemente y ví que era un joven que sin previo aviso iba cada vez mas restregandose contra mi trasero. Volví a mirar al concierto como si no le diera importancia.

La primera reacción fue quedarme quietecita al notarlo, pero la música no me dejaba estar quietos y él se comenzó a frotar como disimulando al ritmo de la música. Yo me resigné a sentir como el chico se estaba dando el lote con mi trasero. Y a mi me agradaba la sensación. Nunca había estado con otro hombre desde que conocí a mi marido pero aquella novedad me excitaba.

Por un momento se me congeló la sangre cuando vi a mi marido a unas pocas cabezas de mi observándome directamente y sonriéndome con una copa en la mano. Le hice un leve gesto que él interpreto muy rápidamente de lo que estaba sucediendo. Su respuesta me calentó porque me dedicó un guiño de ojo mientras subía su copa en alto y me dedicaba un brindis en la distancia.


El joven que seguía detrás mío, poco a poco iba apretándose más y más. Yo me estaba calentando con la situación, y mi marido seguía sonriéndome. Era un trio en la distancia de emociones. Lo que siempre había deseado mi marido y yo le había negado.

En estas me volví a meter en la música y vi que la canción pedía las manos en alto y la gente estaba con el símbolo de cuernos con los brazos extendidos. Aproveché y  le dediqué mis manos alzadas a mi marido, mientras mi compañero trasero ya estaba bien pegado a mi e incluso ya me agarraba con una mano por la cintura.

Por un momento, olvide mis limitaciones y creencias y disfrute del momento. Si mi marido lo  estaba disfrutando de lo Lindo,  no iba a cortarle yo el rollo a ese muchacho, ni a mi que ya estaba humedecida.

Los toques del muchacho se hicieron cada vez más intensos y sentí su verga bien crecida entre mis nalgas, entonces comencé a moverme a ritmo con él.

Me agarró fuerte y noté como empujaba su miembro, mientras con una mano ya me estaba tocando toda una teta. Por un instante intenso me apretó contra él. Noté los movimientos de expulsión de carga de su verga mientras me suspiraba en mi oreja. Luego se relajó y me soltó, entendí que ya se había corrido.

Yo me había quedado muy caliente, así que me acerqué a mi marido. Le besé, y le dije al oído: - me han dejado a medias, estoy muy mojada. ¿Vamos a casa?
- a mi también me ha puesto mucho el espectáculo. Pero quiero ver el concierto.
- pues disfrútalo. Tú te lo pierdes.

Me separé otra vez unos metros y esta vez fui yo la que se metió en medio del grupo de hombres. Me puse delante de otro muy atractivo con su camisa blanca, y me dediqué a bailar. La escena no tardó en repetirse. Enseguida noté un miembro pegado a mi trasero. De hecho ni les miraba. No me importaba. Le estaba dando placer y él a mi. Esta vez fui un paso más adelante y al momento de notar su mano en mi cintura,  metí la mía en los pantalones de él. La gente estaba entusiasmada con el concierto y nadie se daba cuenta. Nadie a excepción de mi marido que seguía allí sin perder detalle aunque no creo que viera nuestro juego bajo.

Note una verga dura y grande en mi mano. Se intuía bastante más grande que la de mi marido. La agarré con fuerza. El se apretó a mi y me besó el cuello. Una de mis debilidades. Y mientras podíamos por el poco espacio que había, y nos movíamos un poco al ritmo, me dediqué a hacer una paja a aquella dura verga que disfrutaba en mi mano, mientras su mano ahora ya estaba jugando con mi pezón.

No tardo mucho. ¿Qué le pasa a estos Hombres?
El hombre se acercó a mi oído y me susurró en un tono de placer un - me corrooooo... Que me encantó. Mi mano estaba rodeando la punta de su miembro, y noté la descarga caliente en mi mano.

- gracias, preciosa. Es lo único que escuche en mi oreja, mientras me daba un beso en mis labios superficial, y desaparecía entre la multitud.

Me acerqué a mi marido con una sonrisa y le volví a susurrar y exigir  al oído:
- estoy más caliente. Llévame a casa y fóllame. Estoy muy mojada.
- cuando acabe el concierto, mi amor. Queda poco.
- ¿me lo prometes?
- por supuesto.

Le extendí la mano para estrecharla con él a modo de pacto entre los dos. Y él también hizo lo mismo.
Nos dimos la mano fuertemente, mientras le miraba a los ojos con una sonrisa y ví  su mirada asombrada al notar mi mano caliente y húmeda fruto de otro hombre, mientras levantaba la otra mano con el símbolo de cuernos señalándole:

- pues tu mismo, hasta que acabe voy a ver el concierto allí que se ve mejor.

  Y volví a desplazarme  donde aun quedaban 3 hombres del grupo anterior. Quedaban 6 canciones para acabar el concierto.

Una ecuación  que hacia  encajar perfectamente mis matemáticas.





De Carambola (R3)

Este es el tercer relato de la nueva serie de relatos eróticos con final sorpresa. 
Tema propuesto por Alicia Prados: Mi historia quiero que hable de Andres, jugador profesional de billar, de Jaime, coctelero, Carolina, cocinera y casada con Juan, taxista. Ala, jeje, es en Valencia.


Carolina agarró su bolso, abrió la puerta del taxi y salió. Se miró el moderno hotel de arriba abajo y entró sin decir nada más. Juan, su marido, taxista de toda la vida, la acababa de dejar allí. Juan siempre la llevaba al restaurante donde trabajaba ella desde hacía cinco años. Pero esta vez, excepcionalmente el servicio del restaurante era en un hotel.

Se celebraba la entrega mundial de premios del campeonato mundial de billar americano, y ella estaba dentro del equipo de cocina para servir el catering.

Cuando llegó saludó a Jaime, su compañero de trabajo desde el mismo día que entró ella a trabajar en la empresa. Jaime era cocinero de profesión. Tenía la misma edad que ella, 45 años. Por las mañanas trabajaba con ella en el restaurante, pero por las noches hacía de coctelero en un local de moda de la ciudad de Valencia. No era por placer, pero su economía le obligaba a trabajar doble para poder financiarse una deuda acumulada años antes.

La tarde avanzaba con los preparativos del cátering. A Carolina se la veía seria, y Jaime no tardó en percatarse.

- ¿Estás bien?
- Si, si. Un poco nerviosa.

Jaime sonrió un poco mientras se acercaba a ella:

- No te preocupes. Estaré cerca por si me necesitas. Le dijo guiñándole un ojo.

Los invitados empezaron a llegar y poco a poco se iba llenando la sala de actos del hotel.

El jefe de cocina entró en la sala de preparativos y en un tono muy alto avisó que el evento estaba apunto de empezar. Preguntó si lo tenían todo preparado. Todos respondieron afirmativamente. Acto seguido hizo señas de empezar el servicio.

Los camareros y camareras salieron alineados de la cocina con bandejas repletas de canapés y aperitivos.

La fiesta fue avanzando entre risas, música, charlas, etc.
A las nueve de la noche puntuales, se hizo un silencio en la sala. Un hombre trajeado cogió el micrófono y se dirigió a todos los asistentes desde una especie de escenario montado en un lado:

- Buenas tardes. Gracias por venir a la entrega de los premios de la liga profesional internacional de Billar Americano.
Como presidente de la Federación Española, quiero dar la bienvenida a todos los participantes. Este año. tenemos la suerte de celebrarlos en España, y doblemente afortunados porque el campeón también es español.

Carolina iba sirviendo canapés por las mesas mientras de reojo observaba el acto y prestaba atención a todo lo que sucedía.

El acto fue avanzando, haciendo entrega de diversos premios, hasta que llegó el momento final más esperado en la sala.

- Por primera vez en la historia, tenemos un campeón mundial español, y no quiero retrasar más este momento. Demos la enhorabuena a Andrés García Delmonte, nuevo campeón mundial de Billar Americano 2017.

Los aplausos sonaron con fuerza en la sala, mientras el campeón se dirigía al escenario a recoger su premio conseguido.

Carolina en este momento se quedó pasmada en un rincón mirando la escena. Cuando el campeón subió al escenario, ella se quedó inmóvil. Andrés parecía un deportista de élite pero más de algún otro deporte que no de billar. Vestía un chaleco y se le marcaban los músculos. De color muy moreno, era un hombre de lo más atractivo. Andrés era bastante más joven que ella. Calculaba que rondaría los 30 años. Carolina prestó atención a escuchar lo que iba a pronunciar ya con el micrófono en la mano.

Cuando se silenciaron los aplausos y gritos de euforia, Andrés empezó el discurso:

- Gracias a todos. Ha sido un año muy duro, y no ha sido nada fácil ganar este campeonato. Aún no me creo que esté aquí. Lucharé para repetirlo más años.
Acepto con mucho gusto este premio en metálico ...

Le hicieron entrega de un maletín mientras Carolina se preguntaba cuanto dinero habría allí.

Andrés siguió su discurso:

- Como ya he dicho en alguna ocasión, voy a ingresar la mitad del premio a la fundación de ayuda de enfermos terminales. Quizás pueda ayudar a que algunas personas terminen su vida mejor gracias a mi esfuerzo. Así que 500.000 euros irán a la Fundación. 

Una ovación se hizo en la sala. 

Carolina hizo un gesto entre  alivio, asombro y admiración.

- Un millón de dolares era el premio y dona la mitad. Pensó ella. - Guau.

Andrés se le veía muy humanitario, sencillo. Pensó Carolina. Eso le daba un punto más de atractivo.

- Con el resto del premio, tengo suficiente para vivir bien un tiempo. Añadió. - De todas maneras, lucharé para volver el año que viene a por otro premio. Exclamaba mientras dedicaba una inmensa sonrisa a todos los presentes enseñando el maletín con el brazo alzado, mientras el público aplaudía sin cesar.

Carolina se sobresaltó cuando Jaime le preguntó al oído:

- ¿Te gusta?
- Ostia, Jaime, que susto. Pues no está mal el Andrés este.
- ¿Seguimos para adelante?
Carolina se quedó pensativa durante unos segundos mientras miraba al escenario. Interrumpió su silencio con un
- Si. Adelante.

Jaime le dedicó una sonrisa y le hizo un gesto de brindis con una de las copas que llevaba en la mano.

...

Eran las once de la noche. La sala estaba vacía. Carolina salía recién duchada y vestida con una falda corta, medias, unos impresionantes zapatos de tacón y una blusa escotada. La transformación de ella había sido tan magnífica que Jaime cuando la vio aparecer hizo un gesto de iluminación en su rostro.

- Uauuu. Estás terriblemente sexy. Bufff.
- Gracias. ¿Te gusta? ¿Lo ves excesivo? No sé. Estoy muy nerviosa.
- Tranquila. Déjate ir y disfruta. ¿Has avisado a tu marido a que hora llegarás?
- Si. Le acabo de avisar.
- Bien. Entonces tranquila. Yo estaré aquí en recepción tal como te prometí. Tendré el coche en la puerta para llevarte a casa. No sufras. Cualquier cosa me llamas.
- Vale. Gracias Jaime. Eres un buen amigo. Le dio un beso en la mejilla.
- Tonta, calla. Sabes que te quiero un montón. En fin. Es la 712.
- 712. Ok. Gracias.

Carolina se dirigió al ascensor del hotel. Entró y marcó la séptima planta.

- Toc, toc, toc.

Tras unos segundos de silencio, la puerta 712 se abrió. Carolina respiró hondo.

- Hola. Pasa.

Carolina pasó mientras Andrés cerraba la puerta tras ella.

- ¿Una copa?
- Sí. Por favor.
- Así que tu eres la mujer tan especial de la que me habló Jaime. No me has defraudado a primera vista.
- Gracias. Tu tampoco.
- Jaja, gracias mujer. Se agradece el piropo. Bien. Si te parece te doy lo tuyo y así nos olvidamos del tema.
- Mm, si. Gracias.

Andrés le entregó un sobre bastante lleno. Carolina lo agarró con nerviosismo. Se notaba porque las manos le temblaban. Lo abrió un poco e hizo una sutil expresión de felicidad.

- Puedes contarlo, si te parece.
- No, no. Me fio.
- Bien, pues la copa que te prometí, le ofreció Andrés mientras le hacía un gesto para que se acomodara en el sofá.
 Carolina guardó el sobre en el bolso y se sentó en el sofá. Estaban en una suite que se ofrecía muy amplia.

- Así que haces esto por primera vez.
- Si. Bueno no. Por primera vez con un extraño. Ya me entiendes.
- Jaja, si claro. ya imaginaba que no eras virgen. ¿Y tu marido?
- Está en casa. Le dije que tenía trabajo. Imagina.
- Jajaja. Afortunado yo. Y él que te tiene cuando quiere.
- Si, no sé.

Andrés se acercó con la copa y la ofreció a modo de brindis.

- ¿quieres hacer un brindis por tu marido?
- Mmmm, no sé. Bueno. Que raro. Vale. Le quiero mucho.
- Pues por él, y por ti !
 Chin. Sonaron las copas al tocarse, mientras Andrés aprovechó y puso su mano encima la rodilla de Carolina.
Se le aceleraron las pulsaciones. Nunca había sido infiel, y  hacía muchos años que ningún otro hombre la tocaba.
Andrés dejó la copa encima la mesita central y le acarició el pelo, mientras se acercaba a besarla.
Carolina cerró los ojos y se unieron en un profundo y húmedo beso. Ella hacía años que no sentía aquella sensación y notó como su entrepierna se humedecía de una manera muy rápida.

Estuvieron un par de minutos besándose como si fueran realmente dos enamorados. Ella no se atrevía a hacer nada que pareciera que llevaba la iniciativa. Se dejaba llevar y aprovechaba que él tenía un buen conocimiento práctico en dar besos para disfrutar el momento. 

Andrés se separó de golpe. Se levantó y fue donde había un equipo de música. Simplemente lo encendió.

Carolina, que había quedado desconcertada, finalmente lo entendió. Cuando la música empezó a sonar, le hizo un gesto a ella para que le siguiera.

Andrés entró en la habitación. Ella tragó saliva, pero decidida entró. Cuando le vio allí tumbarse en la cama sintió que ya no había marcha atrás.

Él, mirándola con una sonrisa y todavía con su camisa blanca impecable, le dijo:

- Desnúdate lentamente para mi.

Carolina por un momento sintió vergüenza porque no se consideraba ninguna experta en ello, y sentía que había alguna parte de su cuerpo que no se sentía orgullosa, pero accedió pasando a la acción.
Empezó desabrochándose la blusa pero sin llegar a abrirla del todo. Él sonreía.

A ella le parecía de lo más irresistible cuando él sonreía y eso la excitaba a seguir.

Mientras se iba moviendo lentamente al ritmo de la música, iba pensando en los años que no hacía eso para su marido. A su marido le gustaba mucho el sexo y se entendían muy bien en la cama, pero con los años, la cosa había ido enfriándose un poco. A su marido le excitaban algunas cosas que a ella no le motivaban hasta ese momento, pero estaba pensando que quizás eso iba a cambiar en adelante.

Carolina iba a sacarse los zapatos de tacón, pero él, Andrés, le hizo un gesto negativo. 
- Quiero que te quedes con los zapatos y las medias. Hizo un silencio, y añadió ...
- Solamente.

Ella obedeció y acabó su trabajo bajándose la falda y sacándose la blusa. Los pechos de ella estaban de muy buen ver, y ella lo sabía, así que jugó con ellos un poco ocultándolos  para no descubrirlos a la primera.

Cuando los hubo dejado al descubierto, él se abalanzó como un poseso a chuparlos mientras ella le cogía y acariciaba el pelo.

No pasaron muchos minutos, que entendió que debía sacarle la herramienta a él de los pantalones, ya que le marcaban muy apretados.

Cuando ella se arrodilló en el suelo al borde de la cama, él entendió lo que quería. Se acercó, y ella le desabrochó los pantalones y se los bajó.

Apareció un slip muy apretado. Y no dudó ni un momento en bajarlo. Tenía ganas ya de ver lo que hacía tanto rato esperaba.

- Ostras ! Sólo se le ocurrió exclamar cuando la vio entera.

Andrés solo pudo sonreír y mostrarse orgulloso.

Lo que ocurrió allí las siguientes dos horas os lo podeis imaginar. 

Carolina besó por última vez a Andrés, antes de recoger su bolso y salir de la habitación. Andrés se quedó tumbado bastante exhausto.

Andando por el pasillo del hotel y notando que todavía le temblaban las piernas. Pensaba que hacía muchos años que no sentía una verga tan vigorosa como esa, y capaz de haber repetido tres veces casi seguidas. Se sentía orgullosa.

Cuando cogió el ascensor, encendió el móvil y le envió un mensaje a su marido Juan:

- Ya salgo. Te amo.

La puerta del ascensor se abrió y allí estaba él. Jaime. Sentado en los sofás de recepción leyendo una revista. Se le acercó decidida.

- Hola.
- Uff, que susto. Sí que has tardado. ¿Todo bien?
- Sí. perfecto. Gracias Jaime.
- De nada. Vamos. Tengo el coche en la puerta. Te llevo a casa. A esta hora en 5 minutos estaremos allí. ¿Has avisado a tu marido?
- Si. le acabo de enviar un mensaje. 
- Pues vamos. No tardemos más.

Carolina abrió el bolso, y hurgó dentro de él justo en el semáforo antes de llegar a su casa. Cuando Jaime paró delante de su casa, ella le entregó 15.000 € sin dejar que él reaccionara. 
- Gracias Jaime. Eres un buen hombre y amigo. Cancela tu deuda de una vez, que no te deja respirar. No me digas nada. Te lo mereces. Y dándole un beso suave en los labios, y antes que pudiera reaccionar, abrió la puerta y salió del coche.

Se plantó delante de su casa. Había luz en su piso. Subió.

Abrió la puerta lentamente. Era la madrugada y no era cuestión de hacer ruido. Por un momento pensó que quizás, Juan, estaría dormido.

- Hola cariño. 
- Ah, hola. ¿Todavía despierto?
- Por supuesto. Faltabas tu. ¿Me has traído lo mío?
- Sí, tal como te prometí. Y tu, ¿tienes mi dinero?
- Claro. Recuerda que he hecho una carrera extra cada día desde hace un año para poder reunir el dinero. 5.000 euros tal como me exigiste.
- Que ricura. Pues vamos. No pierdas más tiempo.

Juan se tumbó en el suelo en medio de la alfombra del salon mientras se desabrochaba el pantalón.
- Dame lo prometido.

Carolina se esperó a que él se hubiera sacado los pantalones, para quedarse de pie justo encima de su cara. 
- ¿Estas preparado?
- Si, claro.

Carolina se bajó las bragas todavía chorreantes, y las dejó caer encima de él.
Él las agarró como un poseso y las empezó a oler, mientras ella fue testigo que él estaba teniendo una brutal erección al momento de olerlas.

- ¿Quieres saber cuántas veces?
- Mmm, si, respondía él mientras la miraba sumisamente y viciosamente.
- Tres veces se ha corrido. Y mucho. Era joven.  ¿quieres probarlo?

No le dejó ni tiempo a responder. Carolina se sentó sin pensarlo encima de él, poniendo su sexo empapado en su boca.
Juan se corrió casi al instante, casi sin tocarse, pero ella siguió allí sentada moviéndose al ritmo de la lengua de él. Le estaba gustando la situación y volvía a sentirse excitada y triplemente lubricada.

Cuando hubieron terminado y ya se acostaron en la cama abrazados, él le preguntó:

- ¿Qué harás con los 5.000 euros míos y los 5.000 que te han pagado?
- Los donaré a una fundación de ayuda a enfermos terminales. 
- Que buena eres. Siempre pensando en los demás.
- No lo sabes tu bien.


A la mañana siguiente, durante el desayuno, Juan estaba viendo las noticias en el móvil, cuando ella le sirvió un café.

- ¿Has visto esto? El campeón de billar ganó ayer 1 millón de euros y dio 500.000 a la misma fundación que tu darás tu dinero. Que casualidad. Aquí le hacen una entrevista y dice que tal como había prometido, daría la mitad del premio a la fundación, y que se gastaría 50.000 euros en una noche de lujuria. Vaya friki de tio !.

Carolina mientras le escuchaba con atención y mostraba una enorme sonrisa recordando la noche anterior, abrió su bolso y observó que tenía 40.000 euros en total.

Le preguntó a su marido:
- ¿Friki él? ¿Y eso me lo dices tu, después de lo que me habías pedido? ¿Te ha gustado?
- Mmmm. Si. 
- Pues creo que a mi también. Repetiremos otro día, que me encanta hacerte trabajar extra. O quizás te lo haga gratis. ! 



Ahora rcuerda que si quieres un relato personalizado, puedes dejar los detalles de personajes, escenario, etc en un comentario. Quizás sea el próximo relato. 

Fantasias con Ella en Tumblr

Os invito a conocer mi pagina de Tumblr con imagenes y videos sugerentes, de los que nos motivan.

Fantasias con Ella en Tumblr:
http://fantasiasconella.tumblr.com


Un tattoo para toda la Vida (R2)

Este relato es el regalo al sorteo de mi página de facebook de compartir Fantasiasconella.
 El agraciado escogió los nombres, profesión, lugar de la història. 





Carlos indicó con mucho respeto a la familia que podrían subir a los vehículos para seguir al traslado del difunto al cementerio. Carlos subió con su traje negro al vehículo. Hacía 20 años que trabajaba allí y ya no le daba ningún tipo de reparo el saber que iba acompañado en la parte posterior por un cadáver. 

Mientras esperaba sentado al volante le envió un mensaje a su mujer, Isabel.
- "Hago otro servicio. Hoy no podré llegar a comer. ¿qué haces? ¿te has puesto otro tattoo en el tobillo?"

Pasaron unos minutos sin recibir respuesta, y tuvo que iniciar el viaje al cementerio de Palma de Mallorca, así que apagó el móvil para conducir con total seguridad. Carlos era un hombre muy estricto y serio. Parecía que se le habían pegado las características de su trabajo. Al principio era un hombre alegre sin muchas ambiciones pero amante de lo bueno. Le gustaba una buena comida, un buen vino, y un buen sofá donde poder pasar las tardes junto a Isabel. Su esposa.

Isabel era una mujer que se mantenía muy atractiva a sus 42 años.  Actualmente trabajaba en un supermercado y hacía poco la habían pasado a horario de tardes, así que se veían sólo los fines de semana, porque cuando ella llegaba sobre las once de la noche, él ya estaba dormido en el sofá. Al principio, él la esperaba despierto, pero la rutina y la monotonía habían hecho que él cayera rendido antes de su llegada.

Isabel se negaba a aceptar esa vida monótona. Ella hubiera querido tener hijos pero Carlos no podía. Después de años de intentarlo, se empezaron a analizar, y resultó que el problema era él. Sus espermatozoides eran algo así como pececillos sin rumbo. Hacía tiempo que habían procedido a tramitar los permisos y papeles para la imseminización artificial de ella en el banco de semen, y tenían hora concertada para un par de días.

Para olvidar el problema, ella había invertido mucho dinero en cosmética, peluquería, gimnasio, y su inversión empezaba a dar resultados. No pasaba invisible a las miradas de los hombres. Le gustaba vestir sexy sin ser muy provocativa. Siempre llevaba zapatos de tacón, que aunque bajos, le marcaban el trasero y le hacían una figura muy femenina.

Un año atrás, se puso un tattoo en la espalda. Muy discreto. Era el primero. Se puso un corazón. Quería llamar la atención a su marido, aunque a éste casi le pasó inadvertido. Ella buscaba llamar la atención de él, pero él parecía estar resignado a otro tipo de vida.

Cuando Isabel entró en la tienda de los tattoos un año atrás quedó satisfecha con el trabajo y el trato de Dani.
Dani era joven, de unos 30 años, muy alegre, con un buen cuerpo deportivo y una sonrisa muy atractiva. Isabel quedó enseguida enganchada de él, y de vez en cuando pasaba por la tienda para comprar algún pendiente o collar y aprovechar para verle.

Aquella mañana Isabel había decidido ir a la tienda y hacerse un segundo tattoo. Esta vez más íntimo.
Llegó a la tienda, y Dani la recibió con una sonrisa hipnotizante. Ella le indicó que quería hacerse un tattoo en su entrepierna, y quería que fuera un "demonio con cuernos".

Él la sonrió, y le preguntó:

- ¿Deseas dar algún mensaje a alguien con ese tattoo?
- mmm. Si. Supongo que es eso, respondió ella medio ruborizada.
- Pues pasa a la sala interior. Tendrás que sacarte las bragas.
- No llevo.  Pensé que sería mejor...
- Entonces no hace falta. Perfecto.

Dani entró en la sala.

Un silencio un poco incómodo se adueño del espacio. Dani, para romper el momento, preguntó:

- ¿Nerviosa?
- Un poco. Que tonta.
- No mujer. Tranquila.Va a quedar muy bien, no sufras. A quien vaya este tattoo va a quedar impactado.
- Jaja, gracias.
- Voy a proceder a masajear la zona para relajarla.
- Vale.

Isabel estaba tumbada en la camilla cara arriba.

Dani la untó con un poco de gel. Ella suspiro porque estaba frío. Él procedió a extenderlo suavemente con sus dedos por la zona pélvica de ella. Masajeaba lentamente mientras observaba todo su cuerpo. Ella estaba tumbada con los ojos cerrados y las manos a los costados.

Él se fijó en que no llevaba sujetadores y los pezones de ella indicaban alguna cosa. Se marcaban a través de la camiseta blanca y él se quedó mirándolos fijamente. Ella suspiraba cada vez más fuerte cuando abrió los ojos, y le vio a él hipnotizado mirandole los pezones de ella.

- Disculpa, reaccionó él.
- No pasa nada, dio ella, mientras en un símbolo de aceptación abría sus piernas un poco más.

Él seguía su masaje, mientras ya le estaba introduciendo algún dedo levemente por el sexo de ella.
Ella cortó sus gemidos, para preguntarle:

- ¿Así que crees que va a quedar bien el tattoo del diablo con cuernos?
- Estoy seguro que si. Y va a ser muy apropiado. 

Dani iba con una camiseta de tirantes y dejaba ver sus músculos. No eran excesivos, pero si lo suficientes para que Isabel  los tuviera en mente.

- ¿Me vas a poner la inyección tranquilizante?
- Por supuesto. Ahora va.

Dani se bajó los pantalones y los  calzoncillos de una vez y sacó un miembro grande. Muy grande. Mucho más que el de su marido. Sacó un preservativo, pero ella le indicó:

- Hoy no hace falta. He tomado la pastilla.

Apuntó a la entrepierna de Isabel, mientras le preguntaba:

- ¿estás preparada? Solo será un pinchazo al principio.
- Si. Dijo mientras le sonreía en una mirada pícara.

Dani la agarró de las piernas y empujó. Su miembro entró hasta el fondo de golpe, mientras ella gemía de golpe.

- Ya está !. Ahora falta el tranquilizante.

Empezó a empujar mientras ella gritaba bajito. Él iba entrando y saliendo en su sexo a una velocidad que ella hacía tiempo que no sentía con su marido.

Sonó el móvil de ella. Ella sabía que era un mensaje de su marido, porque lo tenía personalizado el sonido. Igual que los mensajes anteriores, los ignoró.

- ¿Es tu marido?
- Si
- ¿Sabe que has venido aquí?
- Si. Así que acaba rápido que me tienes que dibujar el tattoo aún.

Dani estuvo manchando unos 10 minutos seguidos sin parar, mientras ella iba disfrutando de orgasmos simultáneos. Finalmente él se corrió dentro de ella. 


Isabel salía dos horas más tarde de aquel local. Llegó a casa. Se tumbó y procedió a leer con calma los mensajes de Carlos, su marido.

- Esta noche verás.

Es lo único que le respondió para despertar su interés. Esa noche le iba a enseñar su nuevo tattoo. El diablo con cuernos. Era su regalo personal.

Aquella noche Carlos tuvo una erección como hacía tiempo no tenía. Lo que Carlos no sabía era que dentro de Isabel crecía una semilla que dos semanas más tarde él pensaría que era fruto del banco de semen de un donante anónimo.

Isabel seguiría visitando a Dani los siguientes años en su negocio. 

Pero sólo era por el placer de los tattos.

Un año más tarde, Carlos a sugerencia de su mujer, Isabel, fue a tatuarse el nombre de su hijo en su cuerpo. 

"I love Dani"

- No te preocupes. Te lo haré bien guapo, porque tu hijo se llama igual que yo.  Dani. Vaya coincidencia. Lo haré con todo mi amor, Carlos.









Una cerveza diabólica (R1)

Todo cambió después de aquel viaje. Le había regalado un fin de semana en Turín.

Lo que en principio debía ser un viaje normal tranquilo de pareja se convirtió en las bases de mi nueva vida.

Nunca nos hemos drogado. Ni fumado, se podría decir. Nuestra única debilidad son los vinos y las cervezas.

Aquel viernes decidimos salir a cenar por el centro de Turín a una pizzería. No podía ser de otra manera. Una cena tranquila con un buen Lambrusco como bebida.

Ya salimos de allí con una chispa por encima de lo normal, por efectos del vino. Nos entró muy bien y nos bebimos una botella casi sin darnos cuenta.

La cena y ver lo sexy que se había vestido me iba subiendo el apetito sexual. Allí mismo la abría cogido, pero aún no estábamos tan mal.

Tengo predilección por las medias. Si, lo reconozco. Y si son con zapatos de tacón, ya son mi punto débil.

Desde hacía años se había convertido en una mujer muy atractiva, y sus formas de vestir me enloquecían.

Ya sabemos como son los italianos. A mi mujer (y a cual no?) la enloquecía el acento italiano.
Paolo nos había servido la cena muy amablemente. Siempre servía las copas de vino desde encima de ella. Seguramente mirándole el escote generoso. A mi no me importaba. Ella tenía unos pechos formidables y no me importaba que los pudiera enseñar. No eran exclusivos míos.

Le preguntamos donde podíamos ir a tomar unas copas, y nos recomendó el "Antiquato". Un local cercano que podíamos ir andando y el ambiente era adecuado para nosotros. Nos comentó que él posiblemente iría más tarde.

Asi que dejamos el restaurante y lentamente fuimos dando un paseo hasta el local. La cogí por la cintura y de vez en cuando le sobaba el trasero. Eran los efectos del vino. Tengo un defecto y es que alcohol me produce efectos mucho antes que a ella. Así que siempre estoy en desventaja.

Entramos en el local. Era un ambiente agradable. Una buena música. Muchas barras y algunos rincones con sofás. En una de las barras vi que había especialidad de cervezas. Así que no queríamos meternos algo fuerte y decidí que unas cervezas serían los apropiado. Me llamó la atención un póster que había en el local. "Diabolic Beer". Era una cerveza servida con fresas en una copa. Y el póster decía algo así como "Are you sure? "

Me pareció que podría estar buena y era un punto diferente de lo normal, y pedí dos copas.
Se la llevé a mi mujer, y le sorprendió. Pero la probamos y era deliciosa. Una mezcla de cerveza amarga con el toque de las fresas. Extraordinario.

Fuimos bebiendo, y al cabo de un rato, Paolo entró en el local. Le vimos entrar de lejos. Mi mujer se hizo la sueca, aunque sé que era el tipo de hombre que le gusta. Atlético sin pasarse, de unos 30 años, pelo rizado. Y sabía vestir con clase, como típico italiano que era.
Nos vio y se acercó con una sonrisa que hacía brillar sus dientes blancos por  toda la sala.
Vio la copa casi vacía de la cerveza e hizo un gesto de sorpresa.

Nos preguntó:
- ¿os la habéis bebido toda?
- Si, muy buena, le respondí yo.
- ¿Pero no os han explicado los efectos de esta cerveza?
- ¿Que efectos? ¿Que sube el alcohol? Ya lo noto.
- No no. Los efectos reales secundarios.

Le pusimos tal cara de sorpresa que nos cogió de la mano y nos llevó donde estaba el póster.
Había una frase en la parte de abajo en italiano, la señaló, y nos dijo:
- La combinación de la cerveza "Diabolic" con las fresas puede producir un efecto de sinceridad desinhibida extrema.

- ¿Sinceridad Disinhibida Exrema ?¿ Y eso cómo se entiende?

Venid. Nos llevó a una mesa redonda que había en un rincón. Nos ofreció una butaca a cada uno, y él se sentó enfrente nuestro. Pasó un camarero por alli, y le encargó lo de siempre con un gesto.

- Os tengo que advertir. La combinación de esta cerveza junto con la catequina y la niacina (la vitamina B3, que están en las fresas, produce un efecto de sinceridad desinhibida extrema.
-¿Qué significa eso? pregunté yo.
- Es como un suero de la verdad, por decir algo que me entendáis, pero encima desinhibido. Es decir, responderéis cualquier pregunta que os hagan, por muy personal que sea y fuerte.
- Anda ya. Que va. Yo controlo. Le respondí medio ofendido. Mi mujer estaba sin decir nada con cara de curiosidad.

- Mira. ¿lo probamos?
- Venga. Va.

Paolo estuvo un rato mirando al aire mientras le daba un primer sorbo a su gintonic que le acababan de servir.
Entonces miró a mi mujer directamente, y le preguntó:
- ¿En algún momento de esta noche me has imaginado haciéndote el amor?
- Anda ya, salté yo. Vamos !
- Sí, durante la cena y cuando te he visto entrar aquí, respondió ella.
- Coño ! Exclamé yo.
Ella, siguió:
- No me puedo creer que lo he dicho. Que fuerte. Perdona. Me dijo dirigiéndose a mi.
- Cómo te voy a perdonar si eso me excita. Yo también lo pensé. Seguí yo.
Ella me miró con cara de morbosidad, mientras Paolo estaba alli mirándonos con una gran sonrisa.
- ¿Lo veis? preguntó.

- Qué fuerte me parece, exclamé yo. ¿Y los efectos hasta donde llegan?
- Los efectos son rápidos. En una hora ya van desapareciendo.
-Buff, menos mal. Vaya compromiso.
- Si, pero durante este tiempo os puedo preguntar cosas y no os negareis a contestar la verdad.
- Que cabrón, le dije mirándolo a los ojos.
- Por ejemplo. Has dicho que tu también lo habías pensado lo de tu mujer conmigo. ¿Te excita eso?
- Si.
- Vaya, interesante.
Mi mujer nos miraba medio estupefacta medio excitada.

- Mirad, nunca haría nada en contra de vuestras voluntades, así que quiero me respondáis un par de cosas.
- Venga, di.
- ¿Cual es la imagen de tu mujer que más te excitaría ver esta noche?
- Pues a ella arrodillada delante tuyo con los pechos al aire haciéndote una mamada !
- Ehhhh, joder, tío ! Exclamó ella mientras me daba un toque en el hombro.

- Pues ahora te toca a ti, dirigiéndose a ella ¿Te gustaría hacerme una mamada arrodillada con tus tetas al aire mientras tu marido nos mira?
- Me encantaría. Me estoy mojando de pensarlo.
- Ehhh, joder, que clara eres ! Exclamé yo.

- Pues ya lo veis. Vuestra sinceridad me arrolla, jajaja.

- ¿Y quieres que los dos te acabemos follando?
- Si. por favor. Uno tras el otro. Primero tu, Paolo,  y quiero que te corras en mi boca y mis tetas. Y luego mi marido me follará mientras me chupa las tetas y me besa. Eso me excitaría mucho. ¿Lo harás, mi amor?
- Por supuesto. Mi sueño es verte llena de leche, así que lo haré encantado. Que placer más grande. Vamos al hotel, solo pude exclamar yo.

Salimos de allí con mi mujer entre los dos. No nos importaba el que dijeran. Nos sentíamos muy excitados y en parte liberados, porque habíamos podido decir lo que pensábamos.
Entramos en el hotel. El recepcionista nos miró con cara de sorpresa pero mirada de cómplice.

Subimos al ascensor y entramos en la habitación.

Yo me dirigí al baño, porque la bebida había hecho efecto. Cuando salí, los vi allí.
Ella, arrodillada en la moqueta, ya  con sus tetas al aire, mirándole a él, y desabrochándole los pantalones. Me senté en el sillón que había en un rincón, y mientras me empezaba a tocar, pude ver la escena.

Pude contemplar estupefacto, que Paolo tenía una verga bastante más grande que la mía. Ella se sorprendió cuando la vio pero hizo un esfuerzo para poder follarla con su boca.
Paolo me miró y me preguntó:
- ¿te gusta?
- Mmmmn, si. Mucho.
- Tu mujer tiene una boca y unas tetas muy deseables. Y ahora la voy a follar para ti. - Pídele a tu marido permiso para que te folle.
- Cariño ! ¿Me puedo follar a esta polla tan grande y dura que me desea?

Se tumbaron en la cama. Ella abrió las piernas como en señal de aceptación de lo que iba a suceder.
Él puso su miembro en la entrada de ella, me miró y dijo:
- Toda dentro, buff que coño !!! Estrecho como a mi me gusta !
- mmmmmmm, exclamó ella. Que polla más grande !!! Tu si que sabes dar placer a una mujer !
Me acerqué. Le agarré la mano a ella, y la besé. Me miró a los ojos con cara de felicidad y de mucha excitación.

Entonces Paolo se acercó y mientras la follaba también la besó. Se dieron un profundo beso húmedo con sus labios, mientras yo estaba alli a escasos centímetros disfrutando la escena.

Paolo estuvo un rato manteniendo un buen ritmo de penetración, y no tardó mucho en hacer símbolos de que iba a correrse, así que sacó su verga, se puso encima de ella, y le folló las tetas mientras ella las apretaba para poder masturbar su miembro con ellas.
Mientras yo ya me había puesto en su entrada y la follé. Estaba muy mojada, y yo muy caliente.

Yo la estaba follando agarrando sus piernas en alto y tenía delante mío la espalda de Paolo que seguía su trabajo. No pudo más y escuché como soltaba un grito de placer, al unísono de ella, que también se estaba corriendo, al tener dos vergas rendidas a ella disfrutándolas al momento.

Paolo se apartó y pude ver algo increíble. La corrida de él había sido descomunal, porque las tetas estaban completamente blancas y la cara de ella también. La empecé a follar con más ganas mientras ella me miraba relamiéndose los labios con los dedos impregnados de blanco humedo.


Me tumbé y juntamos los dos cuerpos con el fruto de Paolo en medio impregnándonos. Caliente. Húmedo. Olor de otro macho. Eso nos excitó.

- Bésame, me dijo.

Me lo pensé un segundo, pero no pude contener las ganas de besarla. Nos dimos un caliente, húmedo y  salado beso mientras la follaba lentamente.


Me fui acercando al punto de no retorno lentamente. Lo que me hizo explotar fue ver a Paolo que se volvió a recostar al lado de ella, y le puso la verga al lado de su boca. Ella no lo dudó y la mamó, sintiendo en su propia boca  que se volvía a poner dura y grande.

No pude aguantar con la imagen tan excitante y noté que me iba a correr. Me tumbé y la besé. Nunca antes había tenido una polla en mi boca pero aquello era irremediable. No me gustan los hombres pero aquello era sexo. Mientras besaba los labios de mi mujer en un profundo beso,  la verga de Paolo estaba ahí acariciando los labios de ella, y de rebote los míos.

No pude más y solté un gran grito de placer.

Mi mujer y yo nos estábamos corriendo al momento mientras teníamos una verga entre nuestros labios, que no dudábamos en ir lamiendo en su tronco. Era un beso a tres bandas. Me pareció muy erótico y dulce. Noté un miembro duro y grande, muy grande, crecer ante mi.

Nos quedamos exhaustos abrazados besándonos.

- Soy muy feliz. Exclamé.
- Y yo afortunada, dijo ella. - Esto lo repetiremos más veces.
- ¿Eso es fruto de la cerveza diabólica?
- Jajaja. No te diste cuenta. No la tomé. La fui tirando en la maceta que tenía al lado. Me habían advertido. Pero no me hizo falta. Sirvió para que tú te lanzaras. Te amo.
- Te amo.





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