Empezaré explicando que una Cougar es una mujer adulta (sobre los 40) que le gustan los jovenes. Así que dada esta explicación, les voy a explicar lo que sucedió un día:
Siempre he sido muy vicioso y creo que con la edad me
he hecho más cachondo y pervertido todavía. Estoy casado con Alicia,
una estupenda hembra, a pesar de sus 40 y pico años. Como veis ya somos unos
maduritos pero todavía nos gusta darle marcha al cuerpo.
Tenemos dos hijos pero ya ambos son independientes, asi que disponemos de
libertad para hacer lo que nos plazca en cualquier momento y así no es
raro que andemos ligeritos de ropa por casa o que nos pongamos a follar
en la cocina o donde nos apetezca. Nos llevamos muy bien, nos queremos
mucho y en el sexo nos lo pasamos también francamente bien, aunque mi
mujer es menos viciosa que yo.
Hace ya algunos años, entre mis fantasías, empecé a tener la de ser un
cornudo y ver como mi mujer se entregaba y disfrutaba con otra polla que
no fuera la mía pero cuando se lo comentaba a ella, como tantas otras
cuyos maridos han contado sus historias, me decía que no quería otros
hombres en su vida y que conmigo le bastaba. Yo seguía insistiendo y con
el tiempo empecé a ver que cuando le mencionaba el tema mientras
follábamos, ella se excitaba aún más. También empecé a señalarle hombres
por la preguntándole si le apetecería llevárselos ala cama. Ella se
reía divertida pero de vez en cuando me decía que con alguno no le
importaría hacer una locura. Como cada vez la veía más decidida, volvía a
la carga con más decisión y le planteé de verdad que pensara en alguno
para ponerme unos hermosos cuernos y hacerme disfrutar con ello.
Tanto insistí que terminó aceptando, pero me impuso las siguientes condiciones:
- Tiene que ser muy discreto y por otro lado, preferiría que
fuera un joven porque, no te molestes pero, para gozar con un
semental maduro ya te tengo a ti.
Por supuesto, a mi no me importaba en absoluto, de hecho incluso me
excitaba más la idea de mi madura mujer follando con un chaval con la
mitad de años que ella. Pero esto, por otro lado, complicaba mi plan un
poco porque yo ya había pensado en algunos candidatos como algún
compañero mío del trabajo y algún conocido de confianza pero no muy
directamente relacionado con nuestro círculo, pues la discreción es
básica en estas cosas. Pero ocurría que todos eran de nuestra edad
mientras que a la viciosilla de mi mujer le atraían más los jovenes.
Estuvimos dándole vueltas al tema durante un tiempo y un día, mientras
tomábamos café en el bar en el que solemos desayunar antes de irme yo al
trabajo y ella a hacer sus compras, ella misma me dijo, señalándome al
hijo de los dueños:
- Mira a Luis, es un chico muy majo, sabe estar y cada día está más guapo.
El tal Luis, como va a la universidad todas las tardes, a las mañanas
suele echarles una mano a sus padres, sobre todo las hora del desayuno
pues el local se pone hasta los topes. Tiene 22 años y no era raro que a
mi mujer le gustara pues hace mucho deporte y está muy bien. Enseguida
capté lo que estaba pensando mi esposa y aquella misma noche, estando yo
cachondo perdido con la idea de que mi mujer follara con Luis,
empezamos a planear como hacerlo. Llegamos a la conclusión de que habría
que provocarle de alguna manera y ver como reaccionaba.
Así que, a la mañana siguiente, cuando fuimos a desayunar al bar y
aunque a ella le daba una vergüenza tremenda, a mi mujer se le "olvidó"
abrocharse adecuadamente la blusa y buena parte de sus tremendos pechos
asomaba por su escote, quedando a la vista de quien les prestara
atención. Debo explicar aquí que mi mujer tiene unas tetas más que
respetables y también os diré que está un poco entradita en carnes y que
otro de sus mejores atractivos es su trasero, que hace
dar vuelta a más de uno por la calle. Volviendo al desayuno, diré que no
fueron pocos los que se fijaron en el escote de mi mujer y
afortunadamente el detalle tampoco le pasó desapercibido a Luis, el
joven hijo de los dueños. Como además nos quedamos tomando café y el
bollo en la barra, frente de donde estaba el chico, este no dejó de
mirar el escote de Alicia ni un momento.
Yo la verdad, a partir de ahí, no sabía qué hacer para propiciar el
asunto con Luis pero entonces intervino la calentorra de mi mujer con
todo el puterío del que solo son capaces las mujeres. Como quien no
quiere la cosa a ella "se le cayó" un poco de café en la blusa. Entonces
empezó a decir que pena de mancha para acto seguido preguntarle al
joven si tenía un quitamanchas de esos de spray que suelen tener en los
restaurantes. El chico asintió y cuando lo entregaba a mi esposa, esta
le dijo:
- ¿No podría pasar a la cocina?. Es que hacerlo aquí...
Esto lo oyó Antonia, la madre de Luis, dueña del bar, que inmediatamente le contestó:
- Claro que sí, mujer, no te vas a poner ahí a rociarte las tetas... Anda Luis, acompaña a Alicia hasta la cocina.
Ambos entraron en la cocina del bar y minutos después salía el chico con
la cara roja como el tomate. Luego lo hacía mi mujer con una sonrisa de
picardía y con los ojos brillantes. Yo ardía en deseo de saber si había
pasado algo así que cuando salimos del bar, le pregunté a mi mujer y
ella me dijo, con malicia:
- Debes saber que no he sido yo la que me he limpiado la mancha pues he
tenido buena ayuda para frotarme todo el pecho. Ya sabrás todo lo que
tengas que saber esta noche así que intenta llegar pronto a casa.
Pasé el día en el trabajo sin dar pie con bola. Todo el rato pensaba en
mi mujer, en el incidente del café y también en lo que me había dicho al
salir de la cafetería reconociendo implícitamente que había sido Luis
el que le había dado unos buenos frotes en las tetas, con la excusa de
la mancha.
Cuando llegué a casa después del trabajo, iba deseando aclarar con mi
mujer las posibilidades de que nuestro plan con el joven aquel se
hiciera realidad, pero al abrir la puerta mi mujer no vino a darme el
beso como de costumbre. Parecía como si no hubiese nadie en casa pero
enseguida empecé a oír murmullos procedentes de nuestro dormitorio y
cuando me aprestaba a aguzar el oído para escuchar mejor, resonó con
fuerza una voz masculina que, en el acto, identifiqué como del joven del
bar y que dijo:
- ¡Venga, calentorra, ahora chúpame los huevos hasta
volver a ponérmela bien dura, que voy a echarte otro polvo a ver si te
dejo rendida de una vez!.
- Te chupo lo que quieras, cacho macho, pero vuelve a joderme hasta dejarme deshecha, cariño.
Cuando me asomé a nuestro dormitorio, el cuadro que me encontré me la
terminó de poner como el acero. Luis estaba en nuestra cama tumbado de
espaldas y con las rodillas recogidas, pegadas a sus hombros, para dejar
a disposición de mi mujer todo su paquete genital y también el culo.
Ella, completamente desnuda, a excepción de los zapatos y con todo el
culo en pompa, estaba a cuatro patas inclinada sobre el chaval,
chupándole con avidez los huevos y la polla.
- ¡Así, así, cómemela, guarra! - le decía el chico.
- ¡Como me gustan las maduras viciosas como tú, calientes!. Si a tu
marido le gusta ser un cornudo, ya verás cuando llegue y vea lo viciosa
que eres, la alegría que se va a llevar.
- Pues ya me la estoy llevando - intervine yo mientras me desnudaba a todo correr.
Los dos se asustaron en el momento, pero se incorporaron y mi mujer, riendo, me dijo:
- Cariñito, ven a disfrutar de nuestro primer trío. Verás que bien nos
lo pasamos, sobre todo yo. Luis es fantástico y creo que tan vicioso o
más que tú, me ha echado ya dos polvos y sigo cachonda perdida. Además
me está haciendo hacerle unas guarrerías que no veas...
Rápidamente estuve con ellos en la cama y tan excitado que creía que me
iba a correr sin ni tan siquiera tocarme. Alicia volvió a su tarea de
comerle el pollón a Luis y yo me puse detrás de ella para comerle el
conejo que encontré, por cierto, rezumando semen, sin duda procedente de
las corridas anteriores del joven amante de mi esposa. Mi mujer le
devoraba al chico los huevos y la polla. Nunca la había visto
chupar con aquel vicio y aquella ansia. Eso sin contar con la comida de
ojete que también le estaba haciendo y que era, creo yo, la primera vez
que mi mujer le comía el culo a alguien por voluntad propia.
Momentos después, Luis dijo que ya era el momento de volver a joder y le
indicó a mi esposa que se pusiera a cuatro patas sobre la cama.
Entonces se situó detrás de ella y se la clavó una vez más por el coño
iniciando una salvaje follada mientras me indicaba que se la metiera en
la boca y que le tirara de los pezones. Así lo hice y apenas me hubo
dado tres o cuatro lengüetazos, me corrí como una fuente sin poder
remediarlo, llenándole la boca y la cara de semen.
Ella me miro con cara de vicio, y me dijo:
- Qué rápido te corres, cornudo mio.
Aquello me encendió. Me senté en un lado y disfruté del espectaculo.