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El masajeador asiático

Salí con mi marido de cena y nos apetecía un restaurante asiático, pues hacía tiempo no visitábamos ninguno, por lo que visitamos uno hindú para degustar su comida. Nos sentamos en un rincón pues nos gusta la tranquilidad aunque estaba casi vacío, pues solo había dos parejas en otra esquina y un señor mayor frente a la nuestra.

Pedimos variado de picar para tomar sus productos , estábamos ya comiendo y charlando de forma desenfadada de nuestras ultimas aventuras de mi viaje, cuando notaba que la presencia del hombre que estaba comiendo frente a nosotros, y al que dirigí numerosas miradas discretas, me tenía perturbada y algo mosqueada, pues su imagen me trasmitía algo que yo no sabía describir y me causaba inquietud.

Les cuento que era un hombre de origen asiático de unos 60 y tantos años, delgado de estatura media, pero con un semblante en su rostro que transmitía paz y a la vez algo de morbo, pues tengo que decir que aunque su cara llevaba ya numerosas arrugas, era guapo y sobre todo me tenía hipnotizada y no sabía por qué, pues no lo conocía de nada.

El noto mi inquietud pues ya esbozaba alguna sonrisa con mis indiscretas miradas, dejando sus ojos fijos sobre los míos, que por cierto yo retiraba rápidamente como una tímida adolescente.

Se lo comenté a Paco y me dijo que igual me conocía de alguna amiga o alguna reunión, y aunque mi marido era muy pacifico se había puesto un poco a la defensiva con aquella situación.

Ante nuestra sorpresa nos lanzó un pequeño saludo con un gesto con la mano y nos dijo si nos gustaba la comida y el sitio, motivo con el que entablamos una conversación, que en pocos minutos se convirtió en una tertulia de tres en la misma mesa.

Nos contó entre otras muchas cosas que vivía desde hacía dos años en España, pues había estudiado nuestra cultura y se había trasladado aquí para dedicarse a dar masajes eróticos orientales en una pequeña consulta que había montado.

Su voz y sus gestos transmitían paz y armonía y lo cierto es que tanto a Paco como a mí nos tenía hechizados con sus anécdotas y su forma de hablar.

Dirigiéndose a mí, me dijo que mi cuerpo irradiaba mucha tensión y que vivía demasiado agitada y alterada que necesitaba de algo de paz y relax y de mi esposo que aunque lo veía algo más sosegado, debería liberara sus emociones y con comprimirlas en su interior.

Lo cierto es que tenía razón y cada vez nos tenía más acaramelados,. Al terminar la cena le dijimos que algún día le haríamos una visita para que nos diera un masaje de los que hablaba, pidiéndole que horario tenía y donde estaba su consulta.

Aunque nos dio su dirección, nos dijo que él no suele tener horario, pues es el cuerpo el que marca la hora de liberar energía y por eso no se marcaba fechas ni citas fijas, sino solo cuando veía que la persona lo necesitaba.

Yo con mi timidez ya dejada de lado, le dije, ¿ahora sería un buen momento para mí?.. Él me dijo que por supuesto, que notaba mucha tensión en mi rostro y mi cuerpo, ofreciéndose si queríamos sus servicios tras la cena.

Aceptamos pues a mí me tenía anonadada con sus palabras y su semblante y a Paco ídem de ídem, por lo que nos unimos para acompañarlo a su casa donde regentaba su pequeño centro.

Entramos y tras mostrarnos el cuarto donde realizaba los masajes nos indicó que nos pusiéramos unas batas finas mientras él se cambiaba y nos relajáramos sobre unas camillas.

Apareció a los pocos minutos con una vestimenta tipo hindú, mientras ya nosotros estábamos i sobre unas camillas sin nada debajo con el morbo y la inquietud en nuestros cuerpo ante aquella situación.

Comenzó con Paco por los pies con suavidad y tacto subiendo hacia todo su cuerpo a la vez que iba retirando la bata, masajeando pero con leves caricias y con las manos untada en un aceite que olía agradablemente, sin llegar a rozar el sexo de Paco jugo con sus muslos y su trasero, así como manos, brazos y su pecho, después de dirigió a su cuello y cara así como los lóbulos de las orejas, todo con mucha delicadeza.

Volvió a bajar a su pectoral, recreándose en los pezones de mi marido, que sabiamente pellizcaba y relajaba, mostrando mi esposo rápidamente excitación pues su miembro creció poniéndose morcillón.

Él hablaba pausado y le animaba a seguir desinhibiéndose, cosa que Paco rápidamente hizo, pues aquello creció poniéndose como un mástil, y el aun no le había tocado.

Yo los miraba celosa de no poder meter mano ahora como estaba, pero seguía atenta a sus manos aunque mire su bulto buscando si este delataba ya alguna erección, pero lo cierto era que no se notaba nada.

Después de un buen rato con roces en partes nobles de mi esposo, el viejo gurú hindú, cambio de aceite y se dispuso a frotar con erotismo el miembro de Paco, que palpitaba con cada maniobra de esas expertas manos, a la vez acariciaba los huevos y los estiraba con sumo cuidado, produciendo que Pago gimiera como si estuviera gozando en su mejor momento del orgasmo.

Bajo a su ano que sabiamente acariciaba con unos dedos mientras seguía con el grueso de su miembro embadurnado de aquel aceite que le hacía brillar y parecer más grande y duro, mientras ya los dedos habían dilatado aquella abertura trasera y jugaban con sabiduría en su interior, cosa que mi esposo no podía disimular.

Él le dijo a Paco que ese era uno de sus puntos placenteros que lo había notado rápidamente y le iba a descargar por ahí todo la tensión sexual que tenía aculada.

No sé como pero, sus dedos hurgando en el ano de mi marido y su otra mano entre su miembro lo estaban matando de placer.

Le decía que estaba acariciando su próstata para que explotara toda la tensión que tenía acumulada dentro, y lo cierto es que viendo lo duro que tenía el miembro mi esposo, como estaba disfrutando, realmente le estaba liberando bien.

En ese momento soltó su ropa y se quedó completamente desnudo entre nosotros dos, mostrando un cuerpo delgado pero fibroso para su edad, ciertamente muy muy sexy, estaba completamente afeitado y aunque su miembro no era de los tamaños que yo estaba acostumbrada a degustar, era muy muy apetecible, aun estando medio relajado como estaba.

Le dijo a Paco que si quería para poder sentirse mejor, que podía tocarle a él donde quisiera pero con tranquilidad y relajación y así estaría más liberado.

Paco comenzó con su mano a tocar su trasero que para la edad que tenia,se le veía duro y musculoso, siguiendo rápidamente a su afeitado escroto que mi marido sobaba ahora con cuidado, junto su rabo que iba creciendo lentamente.

Ya estaba Paco en un éxtasis total con el masaje simultaneo de próstata y rabo, pues su cabeza deambulaba de un lado a otro de la camilla gimiendo y gritando, cuando se puso en segundos rígido y comenzó a soltar borbotones de leche por la brillante cabeza que apuntaba al techo de la sala mientras el gurú seguía con sus dedos y manos jugando con él.

La explosión de placer fue tan larga y grande que Paco quedo extenuado y respirando lentamente sin apenas poder gesticular palabra, mientras el viejo experto seguía ahora con más lentitud y tacto su sabio masaje, liberando sus dedos de dentro del ano pero recreándose ahora en los testículos y miembro dormido, así como muslos y glúteos.

Duro unos minutos esto, consiguiendo relajarlo del todo, quedando Paco semi dormido

Yo miraba con una envidia morbosa, y no le digo lo mojada que estaba por lo que había visto sin poder tocar nada, cuando el abuelo hindú se giró y mirándome me dijo, ahora te toca a ti, relájate cariño que te veo tensa y excitada de más.

Me abrió la bata liberando mi cuerpo de toda ropa, y tras untarme casi toda de su aceite mágico, tomo unos palillos chinos de los que se usan para comer, y mientras su mano derecha seguía untando partes de mi cuerpo con delicadeza y sumo tacto, con la izquierda asía los palillos jugaba a tocar y pellizcar levemente mis orejas, cuello, y seguidamente los pezones,.

Lo hacía con tanta suavidad que mi cuerpo me delataba y casi levantaba mi pelvis buscando sexo,. El rápidamente me calmaba con su mano presionando mi bajo vientre, para que me relajara.

Los palillos los dominaba con una maestría que me tenía asombrada, y más cuando rozaban mis duros pezones que estaban en punta como nunca los había visto.

Acerco su lengua pero apenas los rozo, era como una pluma que pasaba cerca de ellos, yo estaba a punto de tomar su cabeza y presionarla contra mi pecho, pero el me calmaba rápidamente, era como si al mirarme me hipnotizara y me dijera tranquila, relájate y goza.

Se posiciono entre mis piernas abriéndolas con sumo cuidado, dejando mi sexo abierto como una rosa abierta allí afeitada y lista para lo que él quisiera.

Tomo otro juego de palillos con la otra mano, comenzando a jugar con ellos, en mi mojado y caliente conejito, con unos abrió los labios de mi sexo, que parecían obedecer a sus gestos, mientras sabiamente con los otros jugaba con mi botoncito del placer, al que acariciaba y pellizcaba lujuriosamente, dándome tanto placer que yo era ahora una poseída sobre aquella cama de trabajo.

En segundos le regale un órganos que destenso todo mi cuerpo, animándome el con sus dulces palabras a liberarme de energía sexual acumulada, mientras los palillos seguían haciendo estragos de placer en mi agujerito.

De vez en cuando, retiraba los que pellizcaban mi clítoris, para hacerlo sobre mis pezones, notando en ese momento como la cabeza de su rabo rozaba en mi abierto sexo.

Mire y la tenía rígida como una barra de hierro, apuntaba al frente con una dureza que asustaba, como dije antes , no tenía un tamaño colosal pero si era proporcionada y con una cabeza ahora dilatada que destacaba sobre el cuerpo venoso, y más al estar afeitado el resto.

Pensé que me iba a follar en ese mismo momento, pero el seguía con su caricias con los palillos chinos, y pensé en pedirle que lo hiciera, pero no quería romper el hechizo de esa situación tan lujuriosa y sexy que estaba teniendo.

Acerco su boca a mis pezones y volvió a lamerlos con leves lengüetazos que apenas percibía, pero que cosquilleaban en ellos, sintiendo ahora más el roce de su duro miembro en mi hambriento sexo.

Dejo ahora unos palillos y tomo su rabo que acerco a la empapada abertura que sujetaban los otros, y con leves roces jugo un poco por los alrededores.

Mire a mi esposo y este estaba embobado viendo con que arte me estaban dando placer.

El roce sabio de su rosada cabeza y el juego de su mano, me hizo explotar otra vez y le di mi segundo orgasmos y aun no me había penetrado.

Cuando pensé que me tocaba, me tomo con sumo tacto y me giro poniéndome boca abajo, posicionándose sobre mí para masajear mi trasero y mi espalda con su cuerpo y duro rabo.

Yo ahora estaba derretida y deseosa de una buena penetración, pero el mordía los lóbulos de mi orejas con exquisitez y maestría, dándome un placer indescriptible, y más con el roce de sus bolas sobre mis riñones y glúteos.

Deslizo tras ese sabio y nutritivo roce, su cuerpo hacia abajo, abriendo ahora mis piernas para trabajar mi agujero trasero, al que nutrió con cremas y aceites durante un placentero y largo periodo, avisando que su miembro descargaría por ahí.

Y no me equivoque cuando vio que estaba ya a punto de mi tercer orgasmo, me susurro al oído que iba darme su energía para nutrir mi sexo y prepararlo para mi marido, que ya estaba con el mástil en forma otra vez y listo para jugar conmigo.

Entro su rabo con una delicadeza en mi trastienda, que me hizo llorar de placer, se me escapaban lágrimas de gusto y emoción de sentir tanto y tan buen sexo en ese momento, y más con la maestría y sapiencia que se movía aquel viejo hindú, pues sus movimientos eran rítmicos y pausados haciendo las penetraciones profundas y gozosas, a la vez sus manos acariciaban mis caderas relajándolas de tensión.

Continuo así un interminable pero ameno periodo de placer, durante el que no paro de hablar con una calma y control sobre mi nuca, haciéndome suya como si fuese una prolongación de su cuerpo.

Yo no podía creer que aquel gurú del sexo tuviese tanto control sobre sí mismo y los demás, pues su rabo no bajo la intensidad de su dureza, durante todo el tiempo que estuvo dentro de mí, les garantizo que fue mucho y bueno.

Cuando vio que yo ya estaba lista para sus caldos, acelero un poco el ritmo para hacerme llegar otro orgasmo y hacerlo coincidir con su impresionante derrame de semen dentro de mi trasero, pues si ya me habían regado y mucho con variedades y cantidades, la de aquel rabo hindú, las superaba con creces.

Quede rendida y sedada por aquel aguijón que con maestría me había picado y requeté picado, que retiro con sumo cuidado de mi agujero negro, para dirigirlo a mi boca, tras limpiarlo cuidadosamente para que me recreara degustándolo un poco mientras perdía fuelle, y yo tomaba algo para recibir la monta de Paco que estaba esperando en cola que miraba con la boca abierta la tremenda y gran lección que le había dado aquel abuelo asiático, de cómo dejar extenuada a una mujer.

Paco para no romper el hechizo del momento, me penetro en esa misma posición que estaba pero por mi cochito mojado y empapado de tanto gozo, mientras yo seguía lamiendo y comiendo la relajada pero apetitosa cola de aquel dulce y sabio maestro, que indicaba a mi esposo que fuese cauteloso y armonioso con sus penetraciones.

Paco que se dejaba llevar por la sabiduría de ese hombre, le hacía caso y me estaba dando una monta de lujo, volviéndome a correr con sus envites y sus juegos de cadera, mientras sentia sus duros y cálidos huevos golpear con mis labios abiertos, que ya pedían descanso.

Soltó ahora Paco sus jugos dentro de mí, en menos cantidad que la que deposito nuestro experto profesor, y más tras la apoteósica corrida que había sufrido antes en sus manos, pero que agradecí con placer regalándole un pequeño orgasmo o amago del mismo pues ya mis sentidos estaban tan extenuados que no sabría explicar que era aquello.

Finalizo la productiva sesión con una ducha a tres que fue lujuriosa y placentera, pues nos regalamos unos buenos baños de aceite en sabias manos mezclados con la tibia agua a presión por todos nuestros cuerpos que se frotaban y unían en uno, fundiendo los sentidos y la carne en uno solo.

Finalizando la dulce experiencia con una buena comida de rabo hindú que en unión de mi esposo le regalamos a ese nuestro nuevo gurú y amigo, haciéndole doblar las rodillas ante tan sabia degustación de miembro asiático que comimos con sabiduría adquirida y que Paco acaparo en última instancia.