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ITALIA A TRES BANDAS

SUEÑO DE UNA NOCHE

Era un verano tremendamente caluroso, y ese fin de semana, nos habíamos ido a relajarnos a Gijón, aprovechando que era la fiesta de la sidra. La noche tenía una temperatura que invitaba a pasear junto al mar, antes de irnos a la plaza de España a cenar. Caminábamos agarrados de la mano, como auténticos enamorados, quizás un poco fuera de la época actual. Hablábamos de cosas sin trascendencias, pero lo que más me gustaba era la forma de mirarme. Una mirada cargada de deseo, que me hacía sentirme realmente deseable. Me había puesto realmente sexy, como le gustaba a mi chico. Ligeramente pintada, remarcando mis ojos marrones. Un toque de colorete sin exagerar. El pelo rizado y ligeramente recogido. Camiseta muy ajustada de tirantes, con generoso escote, en el que se pudiese asomar y sentir vértigo. Minifalda corta, muy corta, remarcando mis duros glúteos. Medias de rejilla negras y calzando unas sandalias de tacón que hiciesen bambolear mis caderas al caminar, cosa que le vuelve loco. Realmente me sentí incómoda cuando salí del hotel con esas pintas, pero mis recelos se fueron a mejor destino, cuando salí de la habitación y ahí estaba él, con la boca abierta, y lanzando todo tipo de piropos ante mi presencia, sin importarle que los clientes del hotel se volviesen por sus comentarios, asintiendo y sonriendo más de uno al corroborar lo que estaban viendo. Me sentí realmente bien, y no pude por menos que echarme a reír debido a sus ocurrencias. Nos dimos un apasionado beso en mitad del hall del hotel, comprobando que el pintalabios que me había puesto, era realmente duro, pues no se movió ni un ápice el color.

Y ahora íbamos por el paso marítimo, viendo como en la oscuridad de la arena, se difuminaban de vez en cuando las sombras de cuerpos que sin duda se estaban amando. Sentí cierta envidia, y seguro que Santi estaba pensando en algo parecido, pero no podía ser, al menos de momento. Cualquiera se metía en la playa con la ropa que llevábamos.

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Realmente Cristina estaba preciosa. Me había dejado pasmado cuando la vi salir del ascensor del hotel. No había querido que me quedase en la habitación para ver como se cambiaba. Reconozco que me gusta "espiarla" cuando se está arreglando. ¡Es tan excitante! Mientras estaba en el baño, me puse la ropa más interesante que tenía. Quería estar muy bien para ella, aunque reconozco que ni de lejos puedo competir en cuanto a sensualidad. Me compré antes de salir un tanga que me pareció muy sexy. De vez en cuando a Cristina le gusta que me ponga uno, sobre todo cuando prevemos que va a haber "guerra". Unos pantalones súper ajustados que en algún momento parecían que iban a estallar. Una camisa blanca terminaba de completar el "equipamiento". El pelo engominado, era todo lo que se me ocurrió como extra. Como se puede ver, una diferencia abismal con Cristina. Cuando paseábamos por el paseo marítimo, veíamos como numerosas parejas se dedicaban a amarse. Mi imaginación volaba, y ya me veía con mi mujer, desnudos en el agua, acariciándonos, amándonos, y haciéndome sentir el hombre más feliz del mundo. Creo que ella también pensó algo parecido, pero de momento seguimos caminando hacia donde íbamos a cenar.

El ambiente en la plaza era excepcional, con multitud de puestos en los que se servían principalmente sidra, y algo de tapeo. He de decir que a mi entrada en la coqueta plaza, más de uno se volvió para verme, y eso que había chicas realmente atractivas, al igual que chicos ¡claro! Mi chico sonreía divertido, y en alguna ocasión, era él mismo el que me llamaba la atención sobre algún chico que miraba descaradamente mi cuerpo. Alguno incluso se atrevía a piropearme. Nos metimos en todo el jaleo y comenzamos a probar lo que en los puestos nos ofrecían.

Pasados unos minutos, decidimos que no iríamos a cenar, y seguiríamos tapeando, y asistiendo a los numerosos espectáculos que comenzaban a esas alturas, y que iban a continuar durante la noche. Mi chico se iba animando más con los numerosos culines de sidra que se estaba metiendo en el cuerpo. La verdad es que yo también estaba notando los efectos de esta bebida.

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Era un ambiente realmente excepcional. Había mucha gente joven que se divertía de lo lindo recorriendo los diferentes puestos de la plaza. La gente vestía muy bien. Sexy diría yo, quizás por lo caluroso de la noche. Pero la verdad, es que aunque gusta ver tanta gente guapa, (también había chicos atractivos, y así se lo señalaba más de una vez a Cristina), yo no perdía la oportunidad de agarrarme a ella y recorrer sin ningún tipo de disimulo su figura y sus curvas. Me tenía realmente caliente con la ropa que se había puesto. Ella se escabullía hábilmente, pero me parecía que también le gustaba sentirse deseada.

Me fijé en un tipo, de unos cuarenta y muchos años, que no paraba de mirar a Cristina, y la verdad es que nos lo encontrábamos demasiado a menudo como para ser una coincidencia. Se lo comenté, y me dijo que eran imaginaciones mías. Pensé que podía ser así, así que me olvidé del tema.

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Cuando mi chico me comentó que un tío nos estaba siguiendo, le quité importancia, pero, cuando nos lo seguimos encontrando, ya no tuve dudas de que era acertado lo que me decía. Tampoco es que le diésemos más importancia, ¡ya se cansaría!

En unos soportales de la plaza, estaban actuando unos actores disfrazados de personajes de la edad media. Eran bastante divertidos, pero mi vista se desviaba de vez en cuando al tío que no dejaba de observarme. Comenzaba a ponerme nerviosa. Mi chico también se le quedó mirando, y sin cortarse ni un pelo, le hizo señales para que se acercase. Yo me quedé helada cuando le vi avanzar hacia nosotros. Caminaba con seguridad, sin sentirse cortado en ningún momento, al menos en apariencia. Cuando llegó a nuestra altura, Santi se dirigió a él. Por unos momentos pensé que se podía armar la marimorena, porque me parecía que Santi estaba un poco tocado con la sidra que se había metido entre pecho y espalda. El desconocido también parecía estar expectante.

- Disculpe que le moleste, ¿nos está siguiendo por alguna razón?

El desconocido por un momento se quedó sin hablar, desviando la mirada hacia mí. Los ojos por unos instantes se le fueron a mis piernas, que se mostraban en todo su esplendor al estar subida en un taburete alto.

- Discúlpenme. Reconozco que les estaba observando hace rato. A ser sincero me ha llamado la atención su pareja. La sensación que me dio al verla es que llamaba la atención en medio de este gentío, como si no perteneciese a este ambiente. Estoy de paso y no conozco a nadie. Espero no haberles molestado. Permítanme que les invite a una ronda para disculparme por mi tontería.

Le iba a responder que era muy amable pero que no podía ser, cuando mi chico se me adelantó.

- Bueno, aceptamos.

Una sonrisa apareció en su boca, a la vez que su brazo rodeaba mi cintura y sobaba disimuladamente mis muslos.

- Me llamo Santi, y esta es Cristina. Tampoco nosotros somos de aquí. Estamos pasando el fin de semana para disfrutar de esta bella ciudad.

- Si es hermosa Yo estoy divorciado hace cuatro años, he venido solo.

Seguimos hablando de cosas de las parejas, del tiempo, de los viajes, y a medida que la noche pasaba, surgió al final el tema del sexo. A esas alturas ya estábamos los tres totalmente desinhibidos y la conversación no tenía ningún tipo de restricciones, haciendo comentarios picantes los dos hacia mí. Nuestro desconocido amigo se llamaba Paolo, y era muy educado, muy familiar en le trato. Miraba sin ningún tipo de disimulo mis curvas y mi generoso escote, pero hacía rato que me había dejado de importar. Además Santi no me soltaba ni a sol ni a sombra, haciéndome sentir querida y protegida. He de reconocer no obstante que me sentía halagada por el efecto que producía en aquel hombre.

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Paolo era un tipo afable, educado, acostumbrado a tratar con la gente, desde su puesto de empresario de una importante empresa de construcción. Desde el principio me pareció una persona que estaba sola, a pesar de su dinero, y me llamó la atención su "interés" hacia Cristina, pues era consciente que podía tener a todas las mujeres que quisiera. Bueno, tampoco se puede decir que me llamase la atención de una manera desmesurada, porque a mí me había producido el mismo efecto desde el primer día que la vi. De esto hace ya veinte años, y aún siento su frescura, su sonrisa, su sensualidad, aunque no estoy seguro de habérselo dado a conocer siempre. Paolo era un tipo con gran sentido del humor, con las ideas muy claras. Cuando cogimos cierta confianza, el tema del sexo apareció, y la verdad es que los dos hombres intentábamos poner en "apuros" a Cristina. Pero esta lejos de cortarse, nos ponía los dientes más largos con sus comentarios. Digo nos ponía los dientes, porque a esas alturas de la noche, era consciente que Paolo deseaba acostarse con Cristina, aunque en ningún momento hizo un ningún comentario que pudiera ser hiriente. Por otra parte, yo ya estaba acostumbrado a vivir con el deseo que ella despertaba en muchos hombres.

Paolo nos comentó la posibilidad de desplazarnos hacia el puerto, donde le habían dicho que había gran ambiente. Nos pareció bien, y hacia allí nos dirigimos. Paolo seguía contando historias divertidas que nos hacían reír a mandíbula batiente. Cristina caminaba en medio de los dos, y en un momento dado que nos estábamos riendo los tres, se agarró de nuestro brazo.

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Me cogí del brazo de mi chico y de Paolo. Lo hice sin darme cuenta, quizás por la familiaridad que habíamos cogido esa noche, y por qué no decirlo, por el punto de desinhibición debido al alcohol. Caminamos charlando divertidos por unas calles un poco estrechas y oscuras. Dos hombres pasaron junto a nosotros, y cuando estaban a nuestra altura, se dirigieron a nosotros.

- Si no podéis los dos con ella, nos ofrecemos a echaros una mano, que esta parece mucha hembra para vosotros solos.

Santi me soltó bruscamente y se fue a por el tipo que había dicho semejante grosería. Me asusté cuando le agarró por el pecho y le exigió que se disculpase si no quería recibir dos hostias. El tipo no se cortó y se puso farruco, sabiéndose apoyado por el otro compañero. Paolo me soltó también y se puso junto a Santi.

- Tranquilo, seguro que todo ha sido un mal entendido, y estos caballeros se van a disculpar ¿verdad?

El tipo se quedó mirando, con una estúpida sonrisa. El compañero le agarró por el brazo, y le conminó a que se disculpase, que había sido una estupidez y que estaba harto de él.

- Lo siento, reconozco que ha sido una grosería imperdonable. Disculpe señora.

- Señorita. Recalqué.

- Señorita. -Y me agarré al brazo de Santi aún temblando por el susto. Los dos hombres se volvieron a disculpar, para alejarse posteriormente calle arriba.

- Vaya par de gilipollas. Dijo Santi

- Venga, que no nos arruinen la noche esos imbéciles.

Seguimos paseando en dirección al puerto marítimo, y al poco tiempo ya se nos había olvidado el incidente con los dos individuos. Cuando llegamos a la zona, el ambiente era de una gran actividad. Seguimos paseando por el muelle donde estaban atracados varias embarcaciones pequeñas, pero el acceso al resto del puerto, estaba restringido.

- Es una lástima que no podamos ver los barcos grandes por dentro, por la música, parece que se lo están pasando de maravilla.

- Si quieres Cristina, veo a ver si hay posibilidades de entrar. Se ofreció Santi.

- Espera Santi, quizás yo pueda conseguirlo.

Le vimos dirigirse hacia la puerta de acceso a esa parte del muelle. Le salieron al paso tres guardas jurados, y estuvieron hablando con él unos instantes. Después uno de ellos se dirigió hacia la parte interna del muelle, regresando a los pocos minutos en compañía de una atractiva joven. Esta se interesó por Paolo, que le enseñó algo de la cartera. La joven lo examinó, e hizo un gesto de asentimiento. Paolo se dirigió hacia nosotros, y con la mano nos hizo señas para que nos acercásemos. Cuando llegamos a su altura, los guardas jurados nos abrieron la puerta para que pudiésemos pasar.

- ¿Cómo lo has conseguido? Pregunté.

- Les he enseñado el carné de socio del club náutico al que pertenezco. No ha sido nada complicado.

La joven iba delante de nosotros y no parecía prestarnos ninguna atención. Cuando llegamos a un local, se dirigió hacia Paolo, y le dijo que aquí nos tenía que dejar, que deseaba nos lo pasásemos bien.

Entramos en el local, y me di cuenta que la gente apenas si se fijó en nosotros al entrar. Era un local espacioso, y las mesas presentaban un ambiente excepcional, viéndose a la gente disfrutar de lo lindo. Había gente de todas las edades. Nos dirigimos a una mesa que acababa de quedarse libre. Enseguida una camarera se dirigió a nosotros para ver que es lo que queríamos tomar.

Paolo nos explicó que en aquel local se podían comprar invitaciones, si tenías dinero para ello.

- ¿Y que es lo que puedes hacer con ellas? -Pregunté

- Son invitaciones para las diferentes fiestas o atracciones. Aquí te informan de lo que se celebra y de los requisitos que necesitas para poder asistir.

- ¿Requisitos?

- Imagínate que se celebrase una fiesta romana, pues te informarían del tipo de ropa que necesitas, y del dinero, por supuesto que tienes que pagar.

- Entonces si no traes la ropa adecuada, no puedes entrar.

- Bueno, siempre tienes la posibilidad de comprarla en las tiendas que están abiertas. Además de las de ropa, si hay algo que necesitas, y no lo tienen aquí, te lo consiguen donde sea.

- Vaya servicio.

- Hay que tener en cuenta que ese tipo de servicios solo se lo pueden permitir la gente con mucho dinero. La mayoría se conforma con poder estar en este local, en el que tampoco es libre la entrada como habéis visto.

- Bueno, esto ya está muy bien, y para nuestras posibilidades...

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La verdad es que me sentía un poco fuera de la conversación. Estaba un poco mareado, y las voces me sonaban lejanas. Cristina y Paolo seguían una animada conversación, de la que reconozco que no me enteraba mucho, pero veía que mi mujer estaba disfrutando de lo lindo y eso me agradaba.

- ¿Qué es lo que os gustaría hacer? Aquí tenéis las fiestas que se celebran hoy.

- Bueno, esto está bastante bien ¿no?

- Venga Santi, dejadme que os invite a una de ellas, en prueba de mi admiración por vosotros dos.

Yo sabía perfectamente que se refería más a Cristina. No me habían pasado desapercibido las miradas que se posaban sobre su piel. Estaba seguro que deseaba acostarse con ella, pero me parecía lógico que otros hombres la deseasen.

Cristina miró el programa, y tras unos segundos, se detuvo en una de las fiestas. Se llamaba "¿Te atreves?". Paolo sonrió.

- Me parece una decisión acertada. Dejadme que haga las gestiones oportunas, y vea que es lo que necesitamos.

Paolo se alejó hacia un mostrador donde estuvo un buen rato hablando con una pareja. Desde donde estábamos podíamos ver como le señalaban varios trípticos, y una serie de planos. Después de realizar las gestiones, se encaminó hacia nosotros. Antes de que llegase me dirigí a Cristina.

- ¿Crees que hacemos bien en aceptar la invitación?, esto debe costar una pasta.

- No te preocupes, no quisiera que se molestase Paolo. Se le ve que es una persona solitaria con falta de compañía.

- Ya, pero me parece que está poniendo una atención muy especial en ti.

- No te irás a poner celoso ahora ¿eh?

Paolo llegó hasta nosotros con la sonrisa del niño que tiene una sorpresa y que se empeña en ocultarla.

- Bueno, ya está todo. Ahora lo importante es que tenemos que ir de compras. Me han dicho un par de tiendas del complejo del puerto.

Paolo se echó a reír al ver las caras que pusimos.

- Tranquilos, corro yo con todos los gastos. La verdad es que la noche puede ser memorable, y lo doy por bien empleado. De verdad, dejadme que me encargue de todo.

De nada sirvieron nuestras protestas. Paolo se mantuvo en sus trece. Al final decidimos seguirle. Nos dirigimos hacia uno de los edificios del complejo. Paolo nos explicó que las mujeres debían vestir de rojo, y los hombres de blanco. Obligatorio zapato de tacón para las mujeres, y mocasines para los hombres.

Entramos en una de las tiendas que Paolo tenía apuntadas. Le entregó un papel a una de las encargadas, y acto seguido nosotros dos nos fuimos con un joven que sería el encargado de enseñarnos la ropa. Cristina se quedó con una chica. La ropa la elegí rápido. Paolo tardó un poco más, pero también estuvo pronto junto a mí. Nos miramos, y nos dimos los cumplidos de rigor. Recogimos las bolsas con la ropa usada y nos dirigimos a buscar a Cristina. Nos sentamos en un banco de diseño, y mientras esperábamos nos sirvieron unas bebidas. Durante la espera, Paolo desvió la conversación hacia lo hermosa que era Cristina, y que tenía mucha suerte. Me preguntó si no tenía miedo a que un día me abandonase. A él, según me dijo, le había abandonado su mujer, para irse con un buen amigo suyo. La verdad es que nos encontramos los dos haciéndonos confidencias como si nos conociésemos de toda la vida. Llegó una dependienta y nos comentó que Cristina estaba en maquillaje, y que pronto saldría.

Miré de reojo a Paolo, y creí ver en su mirada una cierta expectación en ver a Cristina. Cuando salió... La verdad es que estaba para quitar el hipo. Vestía un ceñido traje rojo, con una abertura que llegaba hasta el comienzo de sus glúteos. El escote por la espalda era para marear, y por delante sus pequeños y firmes senos se marcaban y se dejaban entrever, hasta dejar poco que hacer a la imaginación. Ando hasta nosotros, y cuando estaba a dos metros se giró lentamente para que la pudiésemos ver bien.

- ¿Que tal estoy?

La pregunta claramente era innecesaria, porque estoy seguro que ella se sabía muy, pero que muy erótica. Los dos dijimos unas palabras de admiración. Paolo ya no se cortó, y tomándola una mano, la besó mirándola directamente a los ojos.

- Estás bellísima, sin duda serás la estrella de la fiesta, y eso me da cierto miedo.

Las palabras de Paolo me dejaron perplejo.

Nos dirigimos hacia el local donde se celebraría la fiesta. Cristina estaba súper excitada, ya que la dependienta de la tienda la había dicho que era la mejor que se celebraba esa noche. Caminamos unos minutos, y nos detuvimos ante una embarcación de lujo.

- Que hermosura de barco.

- No menos que tú. ¡Pues este es el lugar!

Cristina y yo nos quedamos mirando incrédulos.

- Debemos darnos prisa, porque zarpa en treinta minutos.

Pasamos una verja que daba a la plataforma de embarque. Dos "porteros" vestidos con sendos esmoquin, nos pidieron las invitaciones, que Paolo, diligentemente les entregó. A medida que ascendíamos por la plataforma, nuestras caras mostraban gran expectación. Cuando llegamos a la puerta de entrada, nos recibieron unas señoritas que nos ayudaron a orientarnos hacia donde debíamos ir. Paolo se comportaba como si aquello formase parte de su vida habitual. Subimos a una de las cubiertas, donde la gente bailaba al son de una música muy pegadiza. Realmente he de decir que las mujeres eran muy hermosas, pero Cristina deslumbraba sobre ellas, y así quedó demostrado cuando muchos de los hombres que allí estaban, volvían la mirada hacia ella.

Nos dirigimos hacia la barra de la cubierta, donde por cierto la bebida era totalmente gratis. Paolo nunca nos dijo cuanto le habían costado las tres invitaciones. Siempre decía que era poco para la noche tan divertida que estaba pasando. Lo daba por bien empleado. La verdad es que no quise insistir más, pero todo aquello no era barato. Se veía lujo por todos los lados, y la gente se veía que eran pudientes, y no meros obreros como nosotros. De todas formas, creo que pasábamos en ese sentido bastante desapercibidos.

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Aquello me parecía un sueño. Era la primera vez que estaba en un barco. Gracias a Paolo, aquella noche estaba siendo totalmente imprevista. Cada minuto que pasaba deparaba una sorpresa más, en un continuo carrusel de acontecimientos.

Yo la verdad, aunque iba muy desinhibida por el alcohol, me daba perfecta cuenta que Paolo en cuanto podía me agarraba, o rozaba sutilmente mi cuerpo, con cualquier movimiento furtivo. Reconozco que en parte me sentía halagada que una persona como el, que sin duda podía tener a las mujeres que quisiera, aunque sólo fuese por el dinero que sin duda alguna tenía, se fijara en mí.

El champaña, que no cava, corría a raudales por las copas de los invitados, algunos de los cuales tenía síntomas de evidente embriaguez. Otra cosa que también me llamó la atención, fue la familiaridad con que todo el mundo se trataba. Vinieron, tanto hombres como mujeres a presentarse a nosotros, no cortándose ni un pelo al darnos besos en la boca. Una pareja que vino, él muy atractivo por cierto, se presentó, y se quedaron un rato con nosotros. Él me dio un morreo que casi me caigo de espaldas. Santi se quedó mirando sorprendido, y más cuando la mujer dio también un buen morreo a Paolo y a Santi. Nos hicimos señas de sorpresa, pero no dijimos nada, para no dar la nota. Cuando nos presentó Paolo, no dijo que yo estaba con Santi, cosa que no me pasó desapercibida. Cuando estábamos hablando, la mujer me cogió por el brazo y me separó un poco del grupo.

- Vaya suerte que tienes con los dos tipos tan atractivos que has venido. Si te cansas o no puedes con ellos, no tienes más que avisarme.

Yo le contesté divertida que me lo pensaría. Cuando se marcharon, volvió a recordarme con un guiño lo que habíamos hablado. La verdad es que me pareció que lo decía en serio, pero no lo podría asegurar.

- ¿Qué es lo que os traéis entre manos?

- Nada, cosa de mujeres. Respondí a Santi.

Paolo sonrió mirándome a los ojos, como si supiese lo que habíamos comentado.

Una sirena nos comunicaba que el barco zarpaba. Nos dirigimos a proa para ver mejor la salida del puerto. Era todo un espectáculo ver como el barco rompía suavemente el agua del mar. La luna llena formaba un marco incomparable. Santi me cogió por la cintura, y mirándome a los ojos me besó, como quizás hacía mucho tiempo que no lo hacía.

Paolo a nuestro lado miraba hacia el horizonte, con la mirada perdida. Santi y yo nos quedamos mirándole, hasta que este se dio cuenta. Se dirigió a Santi en un tono lacónico, que no conocíamos esa noche.

- No sabes cómo te envidio Santi. Daría una fortuna por poder estar en tu puesto en estos momentos.

Santi se quedó mirándole sin saber que decir. Pero la verdad es que el comentario no podía molestarle, bien al contrario.

- Pero tú puedes tener a todas las mujeres que quieras. Eres una persona divertida, agradable, y recursos económicos seguro que no te faltan. Le dije acercándome a él y acariciarle el brazo.

- Pues nada de eso te garantiza que la persona a la que quieres esté a tu lado.

- Posiblemente sea cierto que el dinero hace difícil el saber si las personas están realmente contigo porque te aprecian, o si están por el interés.

- Mira Santi, supongo que visteis la película "Una proposición indecente", pues te aseguro que pasa más de lo creéis.

- Eso son cosas de película. Respondió Santi.

- Pues yo si me ofrecen un buen dinero... Dije riéndome divertida.

- Lo decís porque nunca os han ofrecido algo así.

- ¿Lo has hecho alguna vez? Me refiero a lo de ofrecer dinero por sexo. Que no sean profesionales claro.

Antes de que contestase, yo me adelanté

- ¿Cuánto ofrecerías?

- Si fuese por ti... Dejó un deliberado silencio, mientras nos miraba a la cara. Cuando vio que nuestra atención era máxima, continuó.

- Por ti daría ciento cincuenta mil euros.

- Eso son...

- Veinticinco millones de pesetas. Respondí a Santi

- Venga ya, estás de coña.

- ¡Que suerte tengo de que me salga gratis! Dijo Santi riéndose mientras se abrazaba a mí.

- Bueno, tú me has preguntado, y eso es lo que daría por pasar una noche contigo.

Nos quedamos mirándole, y vimos en su cara que lo decía en serio. Durante unos instantes no supimos que decirle. El se volvió hacia el horizonte. Me pareció que se había quitado un peso de encima, al decir lo que durante toda la noche había deseado decirme, que se quería acostar conmigo.

- Me siento real mente halagada, y no creo que tengas que ofrecer dinero para poder estar una noche o las que sean con una mujer.

- Sé que no es una forma muy romántica de decirlo, pero te he deseado desde el primer momento que te he visto esta noche. Perdona que hable así Santi, entiendo que te sientas molesto, pero realmente es lo que siento.

- No me molesta, porque sé que vas de cara y dices lo que piensas. Posiblemente yo daría ese dinero si lo tuviese, por acostarme con Cristina.

- No me entendáis mal. Yo no te ofrezco dinero para tratarte como si fueses una mercancía, pero entiendo que estás con Santi, que es una persona fantástica, y que eso compensaría las molestias que pudieseis tener. Os lo ofrezco con todo el respeto del mundo, pesároslo, y me lo decís a lo largo de la noche.

Cuando terminó de hablar se alejó hacia la cubierta donde habíamos estado. Se alejó con el porte de los que saben que apuestan a ganador. Y allí nos quedamos como dos pasmarotes, viendo como se alejaba, después de soltar una verdadera bomba.

- ¡Pues le va a salir caro el polvo de esta noche!

- Pero tu estas tonta o que. No ves que lo estaba diciendo en serio. Y encima lo dice cuando ya hemos zarpado.

- ¿Pero no decías que no estabas enfadado?

- Y no lo estoy pero es que...

Pero es que nada. No sabía que decir. Es cierto que en principio no me había molestado, pero verle ir con esa seguridad, como si supiera que Cristina iba a decir que sí...

¿Y Cristina que decía de todo esto?

- ¿Quieres que acepte? Esto nos podía solucionar nuestros problemas económicos. Además tú siempre dices que te excitaría verme hacer el amor con otro hombre.

- Si, pero una cosa es una fantasía, y otra muy distinta es la realidad. No se si lograría superarlo después.

- Pero solo sería sexo. Además sería de mutuo acuerdo, no tendría que haber remordimientos después. Solo sería mi cuerpo lo que alquilaría por unas horas. ¡Piénsalo! Nuestros problemas económicos resueltos.

- ¿Tu quieres hacerlo?, porque si lo que quieres es acostarte con el, me lo dices y en paz.

- Mira Santi, me acostaría con él gratis si no te quisiera a ti. Es un tipo atractivo y con fuerte personalidad, pero esto es otra cuestión, nos daría dinero por pasar una noche con él, solo... una... noche.

- Te lo voy a poner más fácil. Haz lo que te pida el cuerpo.

- ¿Tú te acostarías con una tía si te lo pidiese?

- Pero eso es distinto

- ¡Ya!, yo soy mujer, el honor y todo eso ¿no?

- No, no es eso

La verdad es que me había metido en un callejón sin salida. Seguimos hablando durante un rato. En conclusión sacamos que a los dos nos parecía una buena oferta sin duda, y que quizás debiéramos aprovecharla, pero el dinero no era tan necesario como para arriesgarnos a que nuestra relación se estropease, aunque todo fuese de mutuo acuerdo.

- ¿Vamos y se lo decimos?

- Vamos Cristina, y pongámonos a divertirnos, que esta fiesta tiene muy buena pinta.

Encontramos a Paolo en la barra del bar. Levantó la copa al vernos acercarnos. Juraría que nos estaba esperando. Cristina fue la que tomó la palabra.

- Hola Paolo, hemos estado pensando en tu oferta, y aunque no te negaré que nos ha resultado atractiva, tenemos que decir que no, espero que lo entiendas.

- Y si tenemos que pagarte lo que te ha costado todo esto, estoy seguro que podemos llegar a un acuerdo.

- Estaba seguro de que no aceptaríais, no me equivoqué con vosotros. Dijo abrazándose a los dos. Cristina y yo nos miramos divertidos.

- Y en cuanto al dinero, ya no se ni las veces que te he dicho que ¡esto es un regalo para vosotros por la noche tan maravillosa que he pasado!

- Pensamos que igual lo habías hecho con la idea de acostarte con Cristina.

- Mira, si hubieseis aceptado la oferta, no os niego que hubiese seguido adelante, porque os la he hecho en serio, pero el venir a la fiesta no tiene que ver nada con la oferta, simplemente surgió así.

- Me alegro que esté todo aclarado, y ahora vamos a divertirnos que es a lo que hemos venido. Dijo Cristina.

- Tengo que explicaros algo más de la fiesta, que me han comentado en el bar mientras os esperaba. Este barco se dedica a hacer cruceros, y cuando regresa a puerto para las revisiones pertinentes, aprovechan algún fin de semana para organizar fiestas. Esta en concreto es de ambiente más bien liberal.

- ¿Qué quieres decir con ambiente liberal? Pregunté intrigado.

- Pues justo lo que estáis pensando. Aquí hay una total libertad sexual, y nadie se va a escandalizar por lo que hagáis. De hecho es muy probable que os propongan cambios de pareja, o cosas por el estilo. Pero tranquilos, nadie os forzará a hacer lo que no queráis.

- De hecho, una de las parejas que se nos presentaron cuando llegamos, me propuso claramente el acostarnos nosotros tres con ella. En principio yo le seguí la corriente pensando que sería una broma.

- Pues ya verás Cristina que no será una cosa aislada.

Nos dirigimos hacia el bar para pedir una botella de champaña. Cristina dijo que tenía que ir al servicio, y Paolo la indicó por donde se iba. Al quedarnos solos Paolo me preguntó si estaba violento por todo lo que había comentado. Yo le contesté que en un principio sí, pero que es natural que se quieran acostar con Cristina, porque es muy atractiva, y yo no la puedo retener contra su voluntad, porque es libre, libre de estar conmigo, o libre de irse con otro. Aproveché también a decirle que Cristina me había dicho que se acostaría con el gratis, si no me quisiese a mí.

¡Que mujer tienes! Brindemos por ella.

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Me alegró que todo quedase arreglado, la noche estaba siendo fantástica para estropearla con malos entendidos.

El ir al baño fue una excusa para dejar a los dos hombres solos, y que aclarasen las cosas. Era una situación curiosa la que se había creado, y no que ría que estallase cuando menos lo pensase. Porque ¿cuantas veces se me va a dar estar con dos hombres a la vez, sabiendo que los dos me desean? El pensamiento de estar con ellos dos, me hizo sentir un escalofrío por todo el cuerpo, hasta el punto de que mis pezones se endurecieron, marcándose descaradamente en la tela del vestido. Tengo que añadir también que más de una vez en el trayecto, pude sentir las manos de alguno rozándome descaradamente. Allí sí que era fácil encontrar plan si uno quisiese. En el servicio en el que entré, estaban hablando tres señoras de cierta edad. Se estaban dando detalles de lo que hicieron en un viaje anterior mientras sus chicos se dedicaban a jugar a las cartas, en una de las numerosas partidas que se celebraban a bordo. La verdad es que me quedé asombrada de lo que escuchaba, y más de que no se cortasen por mi presencia. La verdad es que era una situación de lo más caliente estar escuchando aquellas señoras, cómo se cepillaron a unos cuantos. Lo contaban con todo lujo de detalles, y a punto estuve de masturbarme allí mismo. Cuando fui a mirarme al espejo para acicalarme, con los productos que allí se exhibían, me vi hermosa en el espejo, y deseada por mis dos acompañantes. Pronuncié un poco más mi escote, y una de las señoras me comentó que esa noche iba a arrasar. Me despedí de ellas con un "gracias".

Cuando llegué vi a los dos en animada conversación, por lo que supuse que habían hablado y que todo estaba aclarado, así que me dispuse a divertirme de lo lindo.

- Espero que me sirváis una copa, porque tengo una sed de muerte.

- Creíamos que te habían secuestrado unos depravados sexuales.

- Pues no creas Paolo, que me han sobado más que a una moneda.

- La verdad es que no me extraña, porque estás para comerte.

- Oye, si queréis desahogaros, por mí no os cortéis, iros a alguno de los camerinos.

- Quizás más tarde. Dije mirando a los ojos de Santi, mostrándome lo más sensual posible. Ahora vamos a brindar por esta noche maravillosa, para que podamos divertirnos y mantener esta amistad que ha nacido.

- Pues levanto mi copa y brindo por vosotros.

- Y nosotros por ti, y por esta bella mujer que tanto nos gusta a los dos.

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Me pareció que Paolo se ruborizó un poco después de escuchar mi brindis. Seguimos sentados, hablando y bebiendo. Paolo con sus ocurrencias nos hacía reír, como hacía tiempo que no lo hacíamos. La música pasó a ser más lenta, y las luces bajaron en su intensidad. Una joven se acercó a nosotros y me dijo si quería bailar con ella. En un principio me negué, pero Cristina me dijo que no se le podía hacer ese feo a una mujer. Acepté la invitación de la joven, y nos dirigimos a la pista. Nada más llegar a esta, la joven se colgó de mi cuello pegando su cuerpo al mío. Yo coloqué mis manos en su cadera. Resultaba incómodo bailar con una desconocida, además yo no era un buen bailarín, pero a ella eso parecía no importarla. Me dijo que se llamaba Carmen. Al decirla que era un nombre muy bonito, ella añadió, que era un nombre que la iba que ni pintada, porque al igual que la famosa Carmen, ella también era todo pasión. Yo me quedé cortado por la decisión de la joven, y todavía más, cuando acercando sus labios a los míos, me dio un tierno beso. Me separé de ella para decirla que no era eso lo que buscaba, mirando a su vez hacia la zona donde había dejado a Paolo y Cristina. No estaban. Busqué con la mirada, y a pesar de la semioscuridad en la que estábamos, pude verles un poco alejados de donde yo estaba, bailando muy agarrados. La joven con la que bailaba, me estaba mirando, con cara de no entender nada de lo que estaba pasando. Decidí seguir con el baile, en vista de que mi mujer y Paolo se lo estaban pasando muy bien. Por mi cabeza pasó furtivamente la proposición que no hacía tanto nos había hecho Paolo. Sacudí la cabeza para quietarme esa idea. Me auto convencí de que solo estaban bailando, solo eso.

- ¿Es que no te gusto?

La voz de mi acompañante me sacó de mis pensamientos. Volví la cara hacia ella, y por primera vez me di cuenta del color de sus ojos. La verdad es que no me había fijado en nada de su físico, y he de reconocer que la chica era un auténtico bombón. - Perdona, es que estaba mirando lo que hacía mi pareja.

- Supongo que hará lo mismo que hace el resto de la gente aquí, ¡divertirse!, o ¿para que habéis venido? - Tienes razón, solo era curiosidad.

- Supongo que el tipo ese con el que estaba se acostará con ella. Pude ver como la miraba, y eran ojos de deseo.

- Sólo es un buen amigo.

- Bueno, si tu lo dices, pero sé muy bien lo que vi, y ese tipo desea a tu chica. Bien seguimos bailando o ¿qué?

Pensé que era una tontería desperdiciar la noche, y dejé mis celos aparcados, al fin y al cabo la chica era preciosa, y aunque no sucediese nada, la compañía era agradable.

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Paolo me pidió bailar, y no supe, o no quise decir que no. Su olor era muy agradable, un perfume con mucha clase. Me colgué de su cuello, y el se agarró a mi cintura, con firmeza, pero sin brusquedad. Estaba pegado a mí, pero sin ninguna obscenidad. No cabía duda de que era un tipo con mucha clase.

- ¿De verdad hubieses dado ese dineral por pasar una noche conmigo?

- Así es. ¿Estaría mal invertido?

- Lo hubiese hecho gratis si no estuviese enamorada de mi chico.

- Bueno, para mucha gente eso no es un obstáculo. Fíjate en todas estas personas, seguro que están enamoradas de sus parejas, y sin embargo están dispuestas a acostarse con quien les guste.

- Sí pero yo no pienso así, y me cuesta pensar que tú sí.

- Cristina, la verdad es que me gustas. Te deseo desde el primer momento que te vi en la plaza. Te diría que lo dejases todo y te fueses conmigo. Te daría todo lo que tengo y más, si tu me lo pidieses. Así están las cosas.

Le miré a los ojos sin saber que decir. Tenía la seguridad de que estaba hablando en serio. Seguimos bailando muy pegados, y el al oído me decía cosas que nadie me había dicho. El champaña, la suave música y sus dulces palabras, me estaban transportando en el espacio. Sus manos recorrían tímidas parte de mi cuerpo, no porque el fuese así, sino por miedo a que Santi pudiese vernos. Aunque parezca mentira, su amistad por Santi, impedía que se lanzase más a fondo.

Yo miraba en la dirección de Santi de vez en cuando, viendo como seguía en animada conversación con la rubia. Me parecía que era esta la que tomaba la iniciativa, y pude contemplar como le acariciaba la nuca con sus manos. Deseaba que se acercase y me pidiera bailar, pero Paolo con sus palabras me estaba envolviendo. No se como, pero me encontré a solas con él en un reservado bebiendo champaña.

Seguía hablando palabras que en mis oídos sonaban a música. Hablaba muy cerca de mi cara, sin dejar de mirarme a los ojos. Se acercó con la intención de besarme, y tras unos instantes en los que comprobó que no retiraba la cara, depositó un suave beso en mis labios. Fue un beso cálido. Se retiró unos centímetros, y tras mirarme, me volvió a besar. Mis labios le recibieron entreabiertos, y permitieron que su lengua entrase en mi boca, jugando con mis dientes, mi lengua.... Estuvimos unos minutos besándonos. Mi cuerpo sentía una excitación que recorría cada centímetro de mi piel. Me rendí, me entregué a aquel hombre que desde el primer momento había dejado bien claro que eme deseaba, que me quería. Sus manos recorrieron mi nuca, mi desnuda espalda.... Se adentraron en el interior del vestido sin encontrar ninguna resistencia., hasta encontrar mis duros pechos, que le recibieron con los pezones duros y tiesos. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral cuando se puso a jugar con ellos. Sus labios besaban mi cuello, bajando por mis hombros. Comencé a gemir, a desear que me poseyera allí mismo. Cuando abrí los ojos, y vi nuestros cuerpos reflejados en uno de los espejos del reservado, di un pequeño salto en el diván, y me separé de él. Paolo me preguntó que es lo que me pasaba. Yo le contesté que no podía hacerlo, que había sido una locura. Pude notar un cierto desencanto en la cara de Paolo, pero no dijo nada, sólo que lo entendía y que no me forzaría a hacer nada que no quisiera.

Salimos del reservado tras darle un beso en los labios y decirle que era un hombre maravilloso. Habíamos recorrido unos pocos metros cuando nos encontramos con Santi, que nos estaba buscando. Debió de notar algo en mi cara, porque me preguntó si me pasaba algo. Me inventé un mareo debido al movimiento del barco. No estoy segura de que me creyese.

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Sabía que algo había sucedido entre ellos dos, aunque suponía que no se habían acostado. A mí la rubia me había dejado de lo más caliente, y así se lo dije a Cristina, que riéndose, me cogió la cara y al oído me dijo que eso había que solucionarlo, porque ella estaba igual.

Le íbamos a decir a Paolo que nos ausentábamos, cuando por megafonía nos anunciaron la primera prueba de la noche. Se iba a elegir a la reina de la fiesta. Además de la belleza, se valorarían otras cosas, como el vestido, la forma de moverse, y otras cosas que se irían viendo, dejando a las participantes que eligiesen lo que querían hacer.

Yo en broma animé a Cristina a presentarse, porque el premio era suculento, y veía que lo podía ganar bien. Mi sorpresa fue que Paolo también la animó, deshaciéndose en elogios hacia ella. Cristina mirándonos a los dos, dijo que se iba a animar.

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Fuimos varias las que nos animamos. La organización nos llevó detrás del escenario, y nos explicó un poco las reglas, o más bien la falta de ellas. Salimos todas al escenario a la vez, y fueron muchos los piropos que recibimos. Los focos nos deslumbraban, y no podíamos distinguir a la gente que nos estaba viendo. A medida que nos iban presentando, íbamos pasando delante del escenario, moviéndonos todo lo sensualmente que podíamos. La verdad es que había chicas muy guapas y desinhibidas. Cuando terminaron de presentarnos, tuvimos que comenzar a bailar por parejas al ritmo de una música muy sensual. La chica con la que me tocó bailar a mí, era un poco más baja que yo, con rasgos orientales. Nos pusimos a movernos recorriendo nuestros cuerpos con las manos, sin apenas tocarnos. Miramos a nuestro alrededor, y vimos que la mayoría de las parejas estaban rozando un número lésbico. De seguir así, enseguida nos eliminarían. Mi compañera de baile me miró y me dijo que teníamos que ir a por todas, pero no de una forma burda. Les teníamos que ofrecer un baile que les hiciese ponerse en órbita a todos los que tenían que votar. Dicho esto, y tras mostrar yo mi acuerdo, se colocó detrás de mí y comenzó a llevarme con unos movimientos que he de reconocer que me pusieron muy caliente. Ella fue la que llevó toda la coreografía en todo momento, y parecía que al público le gustaba, porque hasta nosotras llegaban las muestras de aprobación. Algunas de las demás parejas, habían olvidado bailar, y se limitaban a hacer escenas eróticas, e incluso algunas estaban con los pechos al aire, dándose un buen lote. Me imaginé a Santi y a Paolo mirando las escenas. Paolo lo tenía que estar pasando mal con lo caliente que le había dejado. Yo por mi parte me empleaba a fondo en el baile con mi compañera, intentando no pensar en escenas subidas de tono, para no aumentar mi calentura. Estuvimos bailando unos diez minutos, tras los cuales, nos volvimos a colocar al frente del escenario, para que la gente eligiera quien quedaba eliminada. Nosotras quedamos para la siguiente prueba junto a otras dos parejas.

La siguiente prueba que teníamos que hacer era individual, y lo marcaría cada concursante. La primera eligió una música brasileña, y consistía en pasar por debajo de un palo sin tocar con las manos el suelo, e inclinándonos hacia atrás. Tras varias pasadas, dos de las chicas quedaron eliminadas. Agradecí los años que me había tirado cultivando mi cuerpo en el gimnasio. La siguiente eligió contar chistes. Fue una prueba un poco sosa por lo que pudimos comprobar por la reacción del público. La chica que lo propuso, quedó eliminada a pesar de tener una cierta gracia al contar los chistes.

Me tocaba a mí elegir prueba, y la verdad es que no sabía que elegir para eliminar a mis dos compañeras. Una de ellas era mi pareja de baile, y la otra una mulata preciosa. Se me ocurrió que teníamos que contar una historia erótica, de no más de cinco minutos de duración. Comenzó mi compañera de baile, que lo hizo francamente bien. La chica de color, no hiló muy bien la historia, y se centró más en contar más una película pornográfica. Yo me decidí por contar una historia que a buen seguro Santi reconocería, pues era nuestra primera vez haciendo el amor. Solo tuve que darle unos pequeños retoques para que la historia quedase atractiva. A medida que la contaba, buscaba inútilmente la cara de Santi. Quizás le estuviese contando a Paolo que en esa historia, los protagonistas éramos nosotros dos. No sé por qué seguía pensando en Paolo. Quizás porque aún notaba sus manos recorriendo mi piel.

Los aplausos de la gente nos hicieron ganadoras a mi pareja de baile, que he de decir que se llamaba Clara, y a mí.

Clara se abrazó a mí felicitándome, y me dijo al oído que tendríamos que ir a por todas de nuevo. La prueba que propuso, era un striptise las dos a la vez. Entonces entendí lo de ir a por todas. La música comenzó a sonar, y nosotras comenzamos a movernos sensualmente. Era una ventaja que no pudiésemos ver a la gente, por que así parecía que estábamos las dos solas. Clara comenzó a bajarse un tirante del vestido, y después el otro. Yo de reojo seguía sus evoluciones, y no me que daba atrás. Me miró y me sonrió. Parecía que estuviese segura de que no podría seguirla. Nos volvimos de espaldas mientras nuestros vestidos se enroscaban en nuestras cinturas. El vocerío de la gente nos animó a darnos la vuelta, dejando que contemplasen nuestros pechos desnudos. El clamor subió de intensidad, y nos comenzaron a llover todo tipo de piropos y de proposiciones, incluso de mujeres. Clara hizo una señal a uno de los organizadores, y las luces que nos alumbraban de frente, bajaron de intensidad. Ahora podíamos ver las caras de los que nos observaban. Me quedé un poco cortada, y cuando miré a Clara, esta estaba dejando caer su vestido al suelo, con aire muy triunfal. Aquello me hirió en el orgullo, y tras unos sutiles movimientos, dejé caer el mío también. Fue entonces cuando vi las caras de Paolo y de Santi. Mi chico sonreía divertido, pero los ojos de Paolo denotaban el deseo que sentía hacia mí. Mis curvas se mostraban ante él… y muchos más, cuando no hacía mucho le había rechazado. Mirarle a la cara causó un efecto inmediato en mi vagina, que notó una gran excitación.

Clara me miró sorprendida, supongo que por creer que no sería capaz de seguirla. Siguió contoneándose por la pista provocando al personal. Se colocó en la parte delantera del escenario, y dejó por unos instantes que las manos de los espectadores recorrieran su cuerpo. Estuve a punto de darme por vencida, pero al mirar la cara de Santi, no noté ningún reproche, así que me puse a contonear muy cerca de Clara. Un buen número de manos se lanzaron a explorar mis curvas. Miré a Clara, y esta me miraba a su vez. Decidí ir más allá, y dejé que las manos desconocidas sobasen mis pechos. Algunos lo hicieron con dulzura, pero otros se apoderaban de mis pezones, tirando de ellos hasta sentirlos doloridos. Clara estaba en el suelo abierta de piernas, arrastrándose como una perra en celo, y con un rápido movimiento procedió a quitarse el tanga. La visión de su coño desnudo, hizo dar alaridos a más de uno y de una. No sabía que hacer. De nuevo miré a Santi preguntándole con la mirada si debía seguir. El se encogió de hombros dejándome a mí la decisión. Ya había puesto mucha carne en el asador, así que decidí ir a por el resto. Contoneándome me acerqué a uno de los espectadores. Era un chico joven, que no había dejado de animarme en todo el concurso. Me volví de espaldas, y me incliné hacia delante. Solo tuve que hacerle una pequeña señal, para que pusiese mis manos en mi tanga y procediese a quitármelo, descendiendo muy despacio por mis piernas. Cuando lo tuvo en sus manos, se lo guardó en el bolsillo como trofeo. Mi coño estaba más rasurado que el de Clara. Esta tenía un pelo muy negro y abundante. Parecía que los espectadores dirigían más la atención hacia mí que hacia Clara. Esta tenía que reaccionar si quería ganar el concurso, y vaya si lo hizo. Descendió por las escaleras del escenario, y se dirigió hacia las mesas, donde los menos osados estaban viendo el espectáculo. Como viese en la película show-girls, se sentó sobre uno de ellos, y comenzó a menear sus caderas frenéticamente, como si un invisible pene estuviese dentro de ella. Tiraba hacia atrás la espalda, dejando que alguno de los que estaban alrededor, la tocasen. Sin embargo el que estaba debajo de ella, tenía que tener las manos lejos de su cuerpo, si no quería que se levantase y fuese donde otro. Así estuvo un rato hasta que el primero se corrió ruidosamente. Cuando terminó, miró hacia el escenario donde y o estaba, y con aire triunfal me sonrió, dirigiéndose hacia otro espectador, que tuvo un orgasmo a las pocas sacudidas. Tras ir donde un tercer espectador, yo me rendí. Había llegado hasta donde nunca lo hubiese imaginado. Recogí el vestido, me lo coloqué lo mejor que pude y me dirigí hasta donde estaba Clara. La gente me fue abriendo paso, diciéndome todo tipo de piropos e insinuaciones. Me acerqué hasta ella, y pude ver más de cerca como se trabajaba a un abuelo, que la miraba con los ojos como platos. A su lado una señora mayor, supongo que su mujer, le animaba a disfrutar de la experiencia. Los pechos de Clara se movían frenéticos de un lado hacia otro, al compás de los movimientos pélvicos de esta. Pude ver como su pubis se frotaba contra un abultado paquete, y como el abuelo resoplaba de tal manera que creí que le iba a dar algo. Noté como unas manos me cogían por la cintura. Cuando me volví, vi la sonrisa de Santi.

- Has estado estupenda, pero esto creo que es demasiado.

- Yo opino lo mismo. Creo que has estado sencillamente sensual.

El abuelo que se estaba trabajando Clara, se corrió resoplando. Cuando Clara se levantó, pude comprobar una mancha en la bragueta del pantalón del abuelo. Clara tenía la piel brillante por el sudor, y su respiración estaba agitada. Se dirigió a mí, y me soltó un beso en toda la boca.

- Has sido una rival durísima.

- Sí, pero esto es demasiado para mí. Eres la justa ganadora.

La organización se llevó a clara al escenario, para hacerla entrega del cheque como ganadora. Tras recibirlo, Clara se vistió y se retiró detrás del escenario. Allí donde nos dirigíamos, la gente se arremolinaba en torno a mí, felicitándome por el espectáculo, y alguno aprovechando para tocarme disimuladamente.

Por los altavoces, llamaban a los hombres que quisiesen participar en otro concurso. Paolo animó a Santi a concursar, para ver si tenía más suerte que yo. También le animé a presentarse. Se dirigió hacia la trasera del escenario, donde le explicaría en qué consistía la prueba. En cuanto se marchó, Paolo me cogió por la cintura y me llevó lejos de la gente. Me metió en un reservado y mientras yo contemplaba el lugar, el cerraba la puerta. Después abrazándome por detrás, comenzó a besarme en el cuello. Yo cerré los ojos y me dejé hacer, estaba realmente caliente, y deseaba a Paolo más de lo que creía.

- No sabes domo te deseo. Cuando te he visto moverte en el escenario, me parecía que te desnudabas para mí. Cada prenda que te quitabas era como si te la quitase yo. Hubiese deseado que te atrevieses a seguir con el número, y que fuese yo el elegido para recibirte.

- Creo que me desnudaba para ti. ¡Esto es una locura!

No me dio tiempo a decir nada más. Me giró y puso sus labios sobre los míos que le recibieron con desesperación. Mis manos rodearon su nuca y me apreté contra su cuerpo notando la gran erección que había en su entrepierna. Nuestras bocas se fundieron en un baile sensual, como si quisiéramos devorarnos en un ritual amatorio. Nuestras cabezas se contorsionaban intentando buscar la mejor posición para recibir el beso del otro. Nuestros gemidos y suspiros se mezclaban en el aire, resonando entre la música lejana que llegaba hasta nosotros.

- ¿Quieres seguir adelante?

Por toda respuesta, cogí una de sus manos y la acerqué hacia mí. La conduje entre el vestido hasta que entró en contacto con uno de mis senos. Paolo cerró un poco los ojos, para después dirigir la mirada hacia mí. Iba a decir algo, pero como suponía qué, le puse un dedo en sus labios, y le conminé a que no dijese nada.

Volvimos a besarnos. Estuvimos así de pié varios minutos. Después sus manos se posaron en mis hombros y deslizaron suavemente el vestido hasta hacerlo posar en el suelo. Sentirme desnuda delante de el, me produjo un escalofrío en el cuerpo, a pesar de haber estado igual en el escenario hacía pocos minutos y delante de desconocidos. El debió notar mi sensación, porque alejándose un poco de mí me sonrió y se puso a admira mi cuerpo.

- Que diferente es verte aquí que en el escenario. No me creo que te tenga para mí solo.

- ¿Y mi chico?

- No te preocupes, estará entretenido un buen rato.

Lo dicho, era una locura. Amaba a mi chico, pero el deseo hacia Paolo era irrefrenable. No quise pensar más, y me dejé ir. Me colgué literalmente de su nuca, y le besé. El contacto de mis pechos contra su cuerpo me excitó al máximo, y mis pezones apuntaron hacia el hombre que me estaba haciendo perder la cabeza. Mientras nos besábamos, sus manos recorrieron mi espalada, con suavidad, como comprobando cada poro, cada fibra de mis músculos, que recibían sus caricias sintiendo una corriente eléctrica muy agradable. Las caricias eran sin prosas, casi diría que sin lujuria. No sabría explicarlo, pero de no ser por la excitación que sabía que yo despertaba en él, diría que tan solo me daba un suave masaje. Sus manos recorrían los laterales de la columna vertebral, y tras llegar a mis glúteos, volvían a ascender por mis costados hasta mi nuca. Aquellas caricias sin final, estaban desvaneciendo las pocas reticencias que me quedaban.

Estuvo con estas caricias un buen rato, hasta que notó que mi cuerpo solo respondía a sus movimientos. Era como una muñeca en manos de aquel hombre, seguramente curtido en mil y una batallas amorosas. Pero no me importaba en absoluto. En esos momentos era tan solo para mí, y yo solo para él. Dejó de besarme, me miró a los ojos y con un movimiento suave, a la par que enérgico, me puso de cara a la pared. Hasta entonces no había caído en el revestimiento de las paredes del camerino. Una especie de tela de terciopelo acarició mi desnudo cuerpo, Paolo me sujetó por las muñecas, y levantó mis brazos hasta que tropezaron con una lámpara colocada en la pared. Hizo que me sujetase a ella, y me dejó en esa postura unos instantes. Cuando se colocó detrás de nuevo, me volvió a sujetar los brazos, recorriéndolos en toda su longitud, hasta que llegó a mis muñecas. Entonces procedió a sujetarme con un largo pañuelo. Se cercioró de que estaba bien sujeta antes de proceder a besarme la nuca. Eran besos suaves, largos, mezclando con pequeños "picoteos" de sus labios. Todo ello sensibilizaba al máximo mi piel. La postura que tenía, distaba mucho de ser incómoda, y por el contrario producía en mí una gran excitación. Los suspiros salían de mi garganta, dispersándose en el aire. Paolo seguía besando cada parte de mi cuerpo. No dejaba ni un centímetro de mi piel sin besar, sin explorar. El placer me hacía contonear, serpenteando mi cuerpo en el aire. Separó mis piernas, para poder adentrarse en los secretos de mi ano, y de mi vagina. Su lengua era dura y larga, y vibraba en cada punto erógeno de mi cuerpo. La calentura acumulada durante la noche, hizo que estallase en un desmesurado orgasmo. Paolo recogió cada gota de mis líquidos para que nada se perdiese. Después se puso de pié para compartir los aromas de mis jugos. Colocado tras de mí, se fue quitando la ropa, ante mis protestas por no poder verle en tan interesante striptease. Siguió quitándose la ropa, hasta que noté su desnuda piel. Su pene se apretaba contra mis glúteos, notando su dureza extrema.

- He comprado este frasco de esencia, con la esperanza de poder extenderlo en tu piel.

Abrió un pequeño frasco, y un penetrante olor se propagó por el aire. Después procedió a extenderlo por todos los rincones de mi cuerpo, dándome un exquisito masaje con sus manos. Cuando todo mi cuerpo estuvo cubierto por el suave líquido, juntó su cuerpo contra el mío, para frotar su torso y su pubis. Aquello me resultó sumamente placentero, y novedoso. Cuando mi espalda y mis glúteos estaban "afinados" por tan atrevida maniobra, Paolo procedió a girarme. Se quedó mirando mi cuerpo.

- ¡Dios que hermosa eres!

Volvió a juntarse a mi cuerpo, para cimbrearse como una serpiente. Esta vez, sus piernas llegaban a enroscarse a mí, en un sensual abrazo. En alguna ocasión, su pene parecía pugnar por entrar en mi encharcada vagina, pero a pesar de mi deseo de ser penetrada, Paolo retardaba el momento, haciendo que su miembro se apartase de mi entrada. Mi piel se enrojecía al contacto con su cuerpo, y estaba en un estado tal de sensibilidad, que hubiese notado si un pequeño insecto se hubiese posado en cualquier parte de mí.

Estuvo así muchos minutos, y ya le tuve que suplicar que me penetrase.

- ¡Penétrame! ¡Penétrame Paolo!, o me muero.

No parecía hacerme el menor caso, pero cuando menos me lo esperaba, y teniendo mis ojos cerrados, su pene se abrió paso a lo largo de mi vagina, sin ninguna dificultad, como si se conociese el camino de memoria. Quedé ensartada, quieta, sin poder hacer ningún movimiento. Parecía como si un dardo candente hubiese atravesado mis entrañas. Me costaba hasta respirar. Cuando se aferró a mis caderas, y comenzó a moverse, yo levanté mis piernas y rodeé su cintura, para acoplarme mejor a sus movimientos. De esta forma, parecía que careciese de peso, como si la gravedad no tuviese control sobre mi cuerpo. Paolo me penetraba con firmeza, pero sin brusquedades. Un segundo orgasmo sacudió mi cuerpo. Adelanté mi pelvis para mejorar el contacto de mi clítoris contra el pene de Paolo. Cerré los ojos para sentir mejor su cuerpo. Cuando los abrí, dirigí instintivamente la mirada hacia la puerta de entrada del camerino, y allí estaba Santi, mirando hacia nosotros, con cara de sorpresa, pero no de enojo, al menos de momento. Paolo no se dio cuenta de su presencia, y seguía bombeando mi vagina. Santi seguía sin moverse y sin decir palabra alguna. No sé como, pero le hice una seña para que se acercase. En un primer momento, Santi no se movió, pero mi insistencia y mis súplicas, hicieron que se acercase. Cuando estuvo junto a Paolo, este se quedó quieto mirándole, sin saber que hacer.

- Tomadme los dos, por favor. Imploré.

Los dos hombres se miraron, y un pequeño gesto de Santi, mostró su aprobación.

Paolo me desató de la lámpara, sin salirse de mi vagina, y como si careciese de peso, me depositó sobre el sofá. Santi se desnudó por completo y se acercó al sofá. Iba a cumplir una fantasía largamente deseada. Ser tomada por dos hombres, que además uno era mi gran amor, y el otro un deseo irrefrenable.

Se sentaron uno a cada lado mío, y me fueron besando por turnos, mientras el otro se empleaba a fondo y me acariciaba todo el cuerpo. Mi boca iba de un lado a otro, en un intento de apagar el fuego de aquellos dos machos. Quería que Santi recuperase el tiempo perdido. Me incliné hacia su pene, y comencé a lamerle. Paolo lamía mi espalda con una lentitud y una suavidad que me arrancaban suspiros del alma. Después me giró hasta quedarme de pié inclinada sobre el pene de Santi. Se colocó detrás de mí y su pene inició una penetración por una ruta que ya conocía. Sentí sus testículos chocar contra mis glúteos. Se agarró a mi cintura e inició un movimiento de vaivén. Sus movimientos incidían en la felación que estaba realizando a mi chico. Este tenía sus manos en mis pechos, que tocaba con la presión precisa, y que tanto me gustaba. Nadie jamás me los ha trabajado como él, una mezcla de ternura y pasión.

Mis músculos faciales se estaban agarrotando poco a poco, así que dejé la felación, para pasar a lamer el pene en toda su longitud, descendiendo hasta los testículos y la zona cercana al ano.

Paolo me sacó su pene, dejándome vacía. Levantó a Santi, y se tumbó en el sofá, haciéndome señas para que me situara encima, en posición invertida. A pesar de mi cansancio, me empleé en el sesenta y nueve a fondo. Santi se colocó detrás de mí para sin ningún pudor penetrarme.

A pesar de no verlo, me imaginé el pene de mi chico entrando en mi coño, mientras la lengua de Paolo trabajaba tanto mi vagina como el pene de Santi. Esperaba las reacciones de uno y de otro, pero a mis oídos solo llegaban gemidos de uno y gorgoteos con mis jugos de otro. Aquello me calentó sobremanera, y les regalé con un fenomenal orgasmo. Mis jugos, me dieron la sensación de salir disparados a la cara de Paolo, que los absorbió con avidez. Mi mente urdió una idea que me propuse llevar a cabo.

Después de mi orgasmo, me deshice de mis dos amantes, y cogí el mando de la situación. Estaba totalmente salida, y estaba dispuesta a hacer realidad todas mis fantasías, porque aquello no se volvería a repetir.

Senté a Paolo en el sofá y me ensarté su pene hasta los testículos. Notaba que sus penes estaban a punto de reventar, pero no quería que de momento eyaculasen.

- Santi, ahí tienes el aceite y aquí mi culo, ya sabes lo que tienes que hacer.

No vi la cara de mi chico, pero me la imaginaba. Llevaba años queriéndome encular, y a hora lo iba a conseguir, y en compañía de un extraño.

Estuve quieta para que Santi me aplicase el líquido viscoso y oloroso en la entrada del ano. Después inicié un vaivén sobre Paolo. El meñique de la mano de Santi se fue abriendo paso hasta que mis músculos anales lo acogieron. Después lo movió en círculos, para dar paso al dedo índice. Notaba como los dedos se juntaban con el pene, solo separados por una fina membrana. Mi esfínter se fue relajando. No pasó desapercibido por Santi, que sacando su índice de mi interior, para poner el pene en su lugar. Dejé de menearme para facilitar la entrada del pene. Cuando la cabeza del pene se abrió paso, noté como mi esfínter se dilataba. Me relajé más para facilitar la penetración. Cuando la cabeza logró entrar, el resto fue más fácil. Me sentí llena. Era una sensación que muchas veces me había imaginado, pero que ni mucho menos hacía justicia a lo que estaba sintiendo.

Ahora los dos hombres se sincronizaron para que sus penes no se entorpecieran. No sentía nada de dolor, todo era placer. Los dos hombres resoplaban y gemían en sus envites. Paolo me lamía los pechos, intentando metérselos juntos en su boca. Noté como me los agarraba con dureza, poco antes de que su esperma saliese hacia mi vagina. Fue un orgasmo intenso y muy largo, producto de la tensión a que le había sometido. Santi también daba síntomas de correrse, debido a lo estrecho del canal en el que estaba metido.

Mi plan no era que me llenase el culo con su semen, así que de nuevo me separé de ellos, aprovechando para decirle mi idea a Paolo al oído. Este accedió.

Me senté en el sofá, e hice que Santi me penetrase la vagina. Entonces le hice una señal a Paolo.

- Hoy vas a hacer realidad todas tus fantasías cariño.

Santi me miró sin entender a qué me refería, aunque pronto lo entendió cuando Paolo le untó una buena cantidad de aceite por sus glúteos y su ano. Santi se tensionó de momento, pero me miró a los ojos y asintió.

Paolo puso la punta de su pene a la entrada del ano, procediendo a introducirlo muy lentamente. Yo estaba totalmente fuera de control ante lo que estaba viendo, y procedí a dar un empujón a Santi, quien dio un rito al notar como más de la mitad del pene de Paolo, que estaba otra vez con una gran erección. Paolo no le dio tiempo a recuperarse, y se lo introdujo ya sin miramientos hasta el fondo.

Paolo comenzó a bombear en el ano de Santi, quien al recuperarse, comenzó a moverse en mi interior. Los tres nos movíamos al unísono, y el movimiento de uno repercutía en el cuerpo de los otros dos.

Santi estaba superexcitado y a punto de correrse. Le ayudé en el momento que incorporándome ligeramente, mordí sus pezones. Se corrió con grandes gritos. Su cuerpo se movía desordenadamente, y mi orgasmo le acompañó. Nuestros cuerpos estaban siendo destrozados por un orgasmo como nunca lo habíamos tenido. Terminamos cayendo del sofá, haciendo que el pene de Paolo saliese del ano de Santi.

Quedamos los tres esparcidos por el suelo, jadeando y riendo histéricamente. Santi y yo nos miramos a los ojos, sabiendo que aquello no se volvería a repetir, y que habíamos hecho realidad nuestras fantasías. Nos abrazamos a Paolo en reconocimiento y gratitud.

++++

Hacía tiempo que estaba esperando en el bar del hotel a que Cristina bajase. Estaba ya cansado de esperar, y subía a la habitación para ver cuanto le quedaba para acabar de vestirse.

Cuando entré, la vi desnuda dormida en la cama. La desperté, y se fue desperezando con una sonrisa en los labios.

Antes que la pudiese decir algo, me abrazó, y besándome me recostó en la cama.

- ¿Has viajado en barco alguna vez? He soñado con ello, y no veas como se hacen realidad tus sueños.

No entendí nada, pero salimos a cenar muy tarde, después de hacer el amor de una forma increíble